Hay un largo trecho entre la importancia del Cielo en el plan eterno de Dios y el conocimiento que tienen los que un día habitarán en él. Debido a nuestra interpretación errónea del estado eterno, utilizamos perspectivas equivocadas para lo que significará ver a Dios o estar con Él.
Cuando perdemos de vista el hecho de que Dios tiene un destino maravilloso preparado para los creyentes, empezamos a tratar de crear el cielo en la tierra. Empezamos invirtiendo nuestro tiempo, talento y tesoros creando un lugar que sabemos en el corazón para lo que fuimos creados.
Eclesiastés 3:11 (NVI) dice, “Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.”
Si siempre pensaste en el Cielo como un reino de nubes, espíritus incorpóreos y perenne rasgado de arpa, vas a recibir una maravillosa sorpresa.
Dios ha sembrado la eternidad en nuestros corazones. El estudio del Cielo nos trae la luz de la eternidad en una forma provocadora que cambiará tu forma de pensar sobre el universo que nos espera. El Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, donde Cristo será el centro cósmico y gozo, será el aire que respiraremos. Un universo libre de dolor y sufrimiento; lleno de una belleza y aventura interminables.
Ningún cristiano debería ser pesimista. Deberíamos ser realistas verdaderos, y enfocarnos en la realidad de que servimos a un Dios soberano y generoso. Debido a la realidad del sacrificio expiatorio de Cristo y sus promesas, el realismo bíblico es el optimismo.
Meditando sobre el Cielo y aprendiendo a esperarlo no eliminamos nuestro dolor, pero podemos aliviarlo y ponerlo en la perspectiva correcta. Se nos recuerda que el sufrimiento y la muerte sólo son condiciones temporales.
Jesús vino para librarnos del temor a la muerte, “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).
En el Nuevo Testamento se dice que el conocimiento del fin de esta era y el principio del cielo es un motivador principal para la piedad y la santidad. Cuanto más aprenden los cristianos acerca del Cielo, más se motivan para vivir una vida terrenal plena.
La vida en este mundo -así como es ahora, y en la forma en que nosotros somos ahora- no es fácil, ¿verdad?Quizás te sientes abrumado, desanimado, deprimido, o hasta traumatizado. Quizás has perdido a un ser amado. Quizás tus sueños no se han cumplido, o tienes problemas con tu familia, en tu profesión o las ambiciones de toda la vida se han derrumbado. Quizás te has vuelto cínico o has perdido la esperanza. La comprensión de la verdad sobre el Cielo a través de la Biblia puede cambiar tu vida.
Los optimistas laicos son simplemente pensadores que se alimentan de ilusiones. Después de descubrir las compensaciones del optimismo ofrecen seminarios y escriben libros sobre el pensamiento positivo. Algunas veces se benefician con el optimismo y se convierten en ricos y famosos. Pero ¿Qué pasa entonces? Al final se enferman o envejecen, y cuando mueren no están preparados para encontrarse con Dios. Su optimismo es, por último, una ilusión, porque fallan al no tener en cuenta la eternidad.
El problema con esta estrategia es que nunca podremos aproximarnos en este mundo a lo que Dios ha preparado para nosotros en el Cielo, pero tratamos arduamente y comenzamos buscando los placeres de este mundo. Empezamos a hacer lo que Salomón escribe en Eclesiastés, buscando el placer y satisfacción en el vino, en las mujeres, y en la riqueza. Él finalmente reconoció la inutilidad (la vanidad) de sus acciones, pero muchos cristianos no se dan cuenta. Si no alimentamos el hambre por el Cielo con la verdad bíblica, entonces sólo nos estaremos alimentando con lo superficial de este mundo.
El único fundamento válido para el optimismo es el trabajo redentor de Jesucristo. Si construimos nuestras vidas sobre este fundamento sólido, todos seremos optimistas. ¿Por qué? Porque aún nuestras más dolorosas experiencias en la vida son sólo contratiempos temporales. Nuestro dolor y sufrimiento pueden o no aliviarse en esta vida, pero con seguridad se aliviarán en la vida que vendrá. Esa es la promesa de Cristo: no habrá más dolor ni muerte; Él borrará todas nuestras lágrimas. Él pagó por nuestros pecados para que un día pudiera quitar todo el dolor del mundo. Ese es el fundamento bíblico para nuestro optimismo. Cualquier otro fundamento es como arena, no como roca. No soportará el peso de nuestra eternidad.
Jesús vino para librarnos del temor a la muerte “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).
En vista de la próxima resurrección de los muertos, el apóstol Pablo pregunta, “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55).
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