Es natural que el hombre que está a punto de navegar hacia Australia o Nueva Zelanda esté ansioso por saber algo sobre su futuro hogar, su clima, sus condiciones de empleo, sus habitantes, la forma en que se hacen las cosas allí y sus costumbres. Si esperamos vivir para siempre en esa patria mejor, es decir, la celestial, deberíamos tratar de obtener todo el conocimiento que pudiéramos sobre ella. Antes de ir a nuestro hogar celestial deberíamos tratar de conocerlo. – J. C. Ryle
Jonathan Edwards, el gran predicador puritano, habló con frecuencia del cielo. Él dijo: "Sería bueno que pasáramos esta vida solo como un viaje hacia el cielo… al cual deberíamo subordinar todas las otras preocupaciones de la vida. ¿Por qué deberíamos trabajar o poner nuestro corazón en ninguna otra cosa, sino en aquello que es nuestro final correcto y nuestra verdadera felicidad?"
Nuestra Perspectiva no Bíblica del
Gary Larson captó una percepción errada del cielo en una de sus tiras cómicas titulada Far Side [El otro lado]. En ella, un hombre con alas de ángel y una aureola está sentado en una nube sin hacer nada y hay nadie cerca de él. Tiene la expresión de alguien que ha sido abandonado en una isla desierta con nada que hacer. Un subtítulo muestra sus profundos pensamientos: “Ojalá hubiera traído una revista”. Tratar de desarrollar un anhelo por una existencia sin cuerpo en un cielo que no es físico es como tratar de desarrollar un apetito por la grava. Sin importar lo sinceros que podamos ser, y sin importar lo mucho que tratemos, no va a dar resultado. Dios promete a aquellos que seguimos a Jesucristo: Una vida resucitada en un cuerpo resucitado, con un Cristo resucitado en una tierra resucitada.
Fuera de las Pantallas de Nuestros Radares
Imagínese que usted es parte de un equipo de la NASA que se prepara para una misión de cinco años a Marte. Después de un período de adiestramiento intensivo, finalmente llega el día del despegue. Mientras el cohete despega, uno de sus compañeros astronautas le dice: “¿Qué sabe usted acerca de Marte?”
Imagínese que usted se encoge de hombros y le dice: “Nada. Nunca hablamos sobre eso. Creo que lo vamos a descubrir cuando lleguemos allí”. Es algo inconcebible, ¿no es verdad? Es inimaginable que su adiestramiento no incluyera un estudio intensivo y preparación sobre su destino final. Y, sin embargo, en los seminarios, institutos bíblicos e iglesias, se enseña muy poco en cuanto a nuestro destino final: Los nuevos cielos y la nueva tierra.
Debido a que Satanás nos odia, está decidido a robarnos el gozo que tendríamos si creyéramos lo que Dios nos dice acerca del magnífico mundo que ha de venir. Puesto que estamos aquí en un mundo de oscuridad, debemos recordarnos a nosotros mismos lo que dicen las Escrituras en cuanto al cielo.
Claves Sobre la Naturaleza del Cielo Eterno
Escuché decir a un pastor por radio: “No hay nada en nuestra experiencia presente que pueda sugerirnos cómo es el cielo”. Pero si el cielo eterno será una nueva tierra, ¿no sugiere eso que la tierra presente debe estar repleta de claves acerca de cómo será el cielo? La Biblia nos da imágenes llenas de alusiones e inferencias en cuanto al cielo. Póngalas juntas y las piezas de ese rompecabezas forman un cuadro hermoso.
Por ejemplo, se nos dice que el cielo es una ciudad (Hebreos 11:10; 13:14). Cuando escuchamos la palabra ciudad, no deberíamos rascarnos la cabeza y pensar: “Me pregunto lo que significa eso”. Nosotros entendemos las ciudades. Las ciudades tienen edificios, cultura, arte, música, atletismo, mercaderías y servicios, eventos de toda clase. Y, por supuesto, las ciudades tienen gente que participa en actividades, reuniones, conversaciones y trabajo.
También se describe el cielo como un país, una patria (Hebreos 11:16). Sabemos acerca de países. Tienen territorios, gobernantes, intereses nacionales, orgullo en su identidad y ciudadanos que son tanto diversos como unificados.
Si no nos podemos imaginar a nuestra tierra presente sin ríos, montañas, árboles y flores, entonces, ¿por qué trataríamos de imaginar a la nueva tierra sin esas características? No esperaríamos que algo que no fuera tierra tuviera montañas y ríos. Pero Dios no nos promete algo que no es tierra. Él nos promete una nueva tierra. Si la palabra tierra en esta frase significa algo, significa que podemos esperar encontrar cosas terrenales allí —incluyendo atmósfera, montañas, agua, árboles, gente, casas— aun ciudades, edificios y calles. (Estas características familiares se mencionan específicamente en Apocalipsis 21–22.)
Se nos dice que tendremos cuerpos resucitados (1 Corintios 15:40-44). Cuando Dios habla de nosotros teniendo esos cuerpos, ¿nos encogemos de hombros y decimos: “No puedo imaginarme cómo será un cuerpo nuevo”? No, por supuesto que lo podemos imaginar. Sabemos lo que es un cuerpo —¡hemos tenido cuerpo durante toda nuestra vida! (Y podemos recordar cuando el nuestro se veía mejor, ¿no es verdad?) Así que podemos imaginar un cuerpo nuevo.
Se nos dice que serviremos a Cristo en la nueva tierra, trabajando para su gloria (Apocalipsis 22:3). Sabemos lo que significa trabajar y querer trabajar.
Las Escrituras hablan de una nueva Jerusalén hecha de piedras preciosas. Algunas de las joyas que se mencionan en Apocalipsis 21:19-21 se encuentran entre las sustancias más duras que se conocen. Indican la solidez material de la nueva tierra.
El problema no es que la Biblia no nos dice mucho acerca del cielo, sino que no prestamos atención a lo que nos dice. Algunas de las mejores descripciones que he visto del cielo eterno se encuentran en libros para niños. ¿Por qué? Porque pintan escenas terrenales, con animales y personas que juegan y actividades divertidas. Por otro lado, los libros para adultos a menudo tratan de ser filosóficos, profundos, etéreos y fuera de este mundo. Pero esa clase de cielo es precisamente lo que la Biblia no describe como el lugar en el que viviremos para siempre.
John Eldredge dice: “Solo podemos anhelar lo que deseamos”. A esto yo le agregaría un corolario: Solo podemos desear lo que podemos imaginar. Si usted cree que no se puede imaginar el cielo, o si se lo imagina como algo aburrido y sin atractivo, no se puede entusiasmar en cuanto a él. Los descendientes de Abraham “anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial” (Hebreos 11:16 NVI). Y como seguidores de Cristo, nosotros “aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera” (Hebreos 13:14); “según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 Pedro 3:13 NVI).
¿Es el Cielo Eterno Un Lugar Real?
Muchas personas no pueden resistir espiritualizar lo que la Biblia enseña acerca del cielo. Según un teólogo evangélico: “Mientras que el cielo es tanto un lugar como un estado, es principalmente un estado”. ¿Pero qué quiere decir eso? Otro teólogo escribe: “Pablo no piensa en el cielo como un lugar, sino que piensa en él en términos de la presencia de Dios”. Pero cuando una persona está “presente”, ¿no sugiere eso que hay un lugar? Jesús no dijo que el cielo era “principalmente un estado” o una “condición espiritual”. Él habló de una casa con muchos cuartos en la cual Él prepararía un lugar para nosotros (Juan 14:2 NVI). En Apocalipsis 21–22, la nueva tierra y la nueva Jerusalén son descritas como lugares reales, con descripciones físicas detalladas.
Jesús les dijo a sus discípulos: “...vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté” (Juan 14:3 NVI). Él usa términos comunes, terrenales, que indican espacio para describir el cielo. La palabra “donde” se refiere a un lugar, a una localidad. De igual modo, la frase “vendré para llevármelos” indica movimiento y un destino final. Si el Cielo no es un lugar, ¿hubiera dicho Jesús que lo era? Si reducimos al cielo a algo menos de lo que es, despojamos de significado a las palabras de Jesús.
La idea de una nueva tierra como un lugar físico no es una invención de la imaginación humana a la que le falta perspicacia. En realidad, es la invención de un Dios supremo quien hizo a los seres humanos físicos para que vivieran en una tierra física, y que escogió por sí mismo convertirse en hombre en esa misma tierra. Él hizo esto para poder redimir a la humanidad y a la tierra. ¿Por qué? Para glorificarse a sí mismo y disfrutar para siempre la compañía de los hombres y las mujeres en un mundo que ha hecho para nosotros.
En el instante en que pongamos nuestro pie en la nueva tierra, sabremos que ese es el lugar exacto al cual pertenecemos.
¿Qué Habrá en el Cielo?
Tres Eras de Humanidad Y De Tierra
Apocalipsis 21-22
Génesis 3-Apocalipsis 20
Dios vivirá para siempre con la humanidad en la Nueva Tierra
No habrá maldición
Está el árbol de la vida en la Nueva Jerusalén (la humanidad puede comer de nuevo para siempre)
El río de la vida fluye del trono
El pecado para siempre eliminado
La muerte para siempre eliminada
El segundo Adán reina como Dios-hombre, con la humanidad como coherederos y reyes delegados
Dios mora cara a cara con los seres humanos
La gloria de Dios manifestada para siempre en todo
Adoración corporativa sin obstáculos
La bondad de Dios es celebrada para siempre
La creación y la humanidad restauradas a la perfección
Los animales y los seres viven en perfecta armonía
El suelo es fértil, la vegetación próspera
Comida y agua en abundancia
Descanso y gozo en el trabajo
Justicia completa
El paraíso es recuperado
El hombre es restaurado y se le da poder para no pecar
La cultura es purificada y expandida eternamente
La humanidad aprende, crea en sabiduría y pureza
La humanidad tiene acceso libre e ilimitado al paraíso
Se cumple el plan de Dios para la humanidad y la tierra
Nuestro gozo a menudo irrumpirá en risa
Cuando la risa es causada por lo que es apropiado, Dios siempre se alegra de ella. Cristo reinará con nosotros, y su naturaleza brillante y que ama regocijarse será nuestra fuente más grade e inagotable de risa.
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Extracto de El Cielo por Randy Alcorn, Capítulo Uno.
Heaven, Is An Exciting Place!
The man who is about to sail for Australia or New Zealand as a settler, is naturally anxious to know something about his future home, its climate, its employments, its inhabitants, its ways, its customs. All these are subjects of deep interest to him. You are leaving the land of your nativity, you are going to spend the rest of your life in a new hemisphere. It would be strange indeed if you did not desire information about your new abode. Now surely, if we hope to dwell for ever in that “better country, even a heavenly one,” we ought to seek all the knowledge we can get about it. Before we go to our eternal home we should try to become acquainted with it. — J. C. Ryle
Jonathan Edwards, the great Puritan preacher, often spoke of Heaven. He said, “It becomes us to spend this life only as a journey toward heaven … to which we should subordinate all other concerns of life. Why should we labor for or set our hearts on anything else, but that which is our proper end and true happiness?”
Our Unbiblical View of Heaven
Gary Larson showed a common view of Heaven in one of his Far Side cartoons. In it a man with angel wings and a halo sits on a cloud, doing nothing, with no one nearby. He has the expression of someone stuck on a desert island, bored because he has absolutely nothing to do. A caption shows what he’s thinking: “Wish I’d brought a magazine.” Trying to develop an appetite for a disembodied existence in a non-physical Heaven is like trying to develop an appetite for gravel. No matter how sincere we are, and no matter how hard we try, it’s not going to work. Nor should it. What God made us to desire, and therefore what we do desire if we admit it, is exactly what he promises to those who follow Jesus Christ: a resurrected life in a resurrected body, with the resurrected Christ on a resurrected Earth.
Outside the Screens of Our Radars
Imagine you’re part of a NASA team preparing for a five-year mission to Mars. After a period of extensive training, the launch date finally arrives. As the rocket lifts off, one of your fellow astronauts says to you, “What do you know about Mars?”
Imagine shrugging your shoulders and saying, “Nothing. We never talked about it. I guess we’ll find out when we get there.” It’s unthinkable, isn’t it? It’s inconceivable that your training would not have included extensive study of and preparation for your ultimate destination. Yet in seminaries, Bible schools, and churches across the United States and around the world, there is very little teaching about our ultimate destination: the new heavens and New Earth. Because Satan hates us, he’s determined to rob us of the joy we’d have if we believed what God tells us about the magnificent world to come.
Because Satan hates us, he’s determined to rob us of the joy we’d have if we believed what God tells us about the magnificent world to come.
Clues to the Nature of the Eternal Heaven
I heard a pastor say on the radio, “There’s nothing in our present experience that can suggest to us what Heaven is like.” But if the eternal Heaven will be a New Earth, doesn’t that suggest that the current Earth must be bursting with clues about what Heaven will be like?
Scripture gives us images full of hints and implications about Heaven. Put them together, and these jigsaw pieces form a beautiful picture. For example, we’re told that Heaven is a city (Hebrews 11:10; 13:14). When we hear the word city, we shouldn’t scratch our heads and think, “I wonder what that means?” We understand cities. Cities have buildings, culture, art, music, athletics, goods and services, events of all kinds. And, of course, cities have people engaged in activities, gatherings, conversations, and work.
Heaven is also described as a country (Hebrews 11:16). We know about countries. They have territories, rulers, national interests, pride in their identity, and citizens who are both diverse and unified.
If we can’t imagine our present Earth without rivers, mountains, trees, and flowers, then why would we try to imagine the New Earth without these features? We wouldn’t expect a non-Earth to have mountains and rivers. But God doesn’t promise us a non-Earth. He promises us a New Earth. If the word Earth in this phrase means anything, it means that we can expect to find earthly things there—including atmosphere, mountains, water, trees, people, houses—even cities, buildings, and streets. (These familiar features are specifically mentioned in Revelation 21–22.)
We’re told we’ll have resurrection bodies (1 Corinthians 15:40-44). When God speaks of us having these bodies, do we shrug our shoulders and say, “I can’t imagine what a new body would be like”? No, of course we can imagine it. We know what a body is—we’ve had one all our lives! (And we can remember when ours looked better, can’t we?) So we can imagine a new body.
In Heaven, we’ll rest (Revelation 14:13). We know what it means to rest. And to want to rest (Hebrews 4:10-11).
We’re told we will serve Christ on the New Earth, working for his glory (Revelation 22:3). We know what it means to work. And to want to work.
Scripture speaks of a New Jerusalem made of precious stones. Some of the jewels listed in Revelation 21:19-21 are among the hardest substances known. They indicate the material solidity of the New Earth.
The problem is not that the Bible doesn’t tell us much about Heaven. It’s that we don’t pay attention to what it tells us.
Some of the best portrayals I’ve seen of the eternal Heaven are in children’s books. Why? Because they depict earthly scenes, with animals and people playing, and joyful activities. The books for adults, on the other hand, often try to be philosophical, profound, ethereal, and otherworldly. But that kind of Heaven is precisely what the Bible doesn’t portray as the place where we’ll live forever.
John Eldredge says, “We can only hope for what we desire.” To this I would add a corollary: We can only desire what we can imagine. If you think you can’t imagine Heaven—or if you imagine it as something drab and unappealing—you can’t get excited about it. You can’t come with the childlike eagerness that God so highly values (Mark 10:15).
Abraham “was looking forward to the city with foundations, whose architect and builder is God” (Hebrews 11:10). If he was looking forward to it, don’t you think he was imagining what it would be like? Abraham’s descendants “were longing for a better country—a heavenly one” (Hebrews 11:16). And, as Christ’s followers, “we do not have an enduring city, but we are looking for the city that is to come” (Hebrews 13:14); “we are looking forward to the new heavens and new earth he has promised” (2 Peter 3:13, NLT).
Is the Eternal Heaven an Actual Place?
Many people can’t resist spiritualizing what the Bible teaches about Heaven. According to an evangelical theologian, “While heaven is both a place and a state, it is primarily a state.” But what does this mean? Is any other place primarily a state?
Another theologian writes, “Paul does not think of heaven as a place, but thinks of it in terms of the presence of God.” But when a person is “present,” doesn’t that suggest there’s a place?
One book puts place in quotation marks whenever it uses the word to describe Heaven or Hell. It says Paradise is “a spiritual condition more than a spatial location.” But Jesus didn’t say that Heaven was “primarily a state” or a “spiritual condition.” He spoke of a house with many rooms in which he would prepare a place for us (John 14:2). In Revelation 21–22, the New Earth and New Jerusalem are portrayed as actual places, with detailed physical descriptions.
Jesus told the disciples, “I will come back and take you to be with me that you also may be where I am” (John 14:3). He uses ordinary, earthly, spatial terms to describe Heaven. The word where refers to a place, a location. Likewise, the phrase come back and take you indicates movement and a physical destination.
If Heaven isn’t a place, would Jesus have said it was? If we reduce Heaven to something less than or other than a place, we strip Christ’s words of their meaning.
The idea of the New Earth as a physical place isn’t an invention of shortsighted human imagination. Rather, it’s the invention of a transcendent God, who made physical human beings to live on a physical Earth, and who chose to become a man himself on that same Earth. He did this that he might redeem mankind and Earth. Why? In order to glorify himself and enjoy forever the company of men and women in a world he’s made for us
Three Eras of Mankind and Earth
PAST: (Genesis 1-2)
- Original mankind
- Original Earth
- God delegates reign to innocent mankind
- Mankind given dominion, with intended stewardship of Earth
- God in Heaven, visiting Earth
- No Curse (universal perfection and blessing)
- No shame
- Tree of life in Eden (mankind can eat)
- River of life in Eden
- No death
- Mankind created from the Earth
- First Adam reigns
- Serpent, Satan, on Earth
- Creation and mankind perfect
- Mankind names, tends, rules the animals
- Ground fertile, vegetation lush
- Abundant food and water
- Restfulness, satisfaction in labor
- Paradise
- Mankind in ideal place
- Mankind able either to sin or not to sin
- One marriage (Adam and Eve)
- Beginning of human culture
- Mankind learns, creates in purity
- God’s plan for mankind and Earth revealed
PRESENT: (Genesis 3—Revelation 20)
- Fallen mankind; some believe and are transformed
- Fallen Earth, with glimmers of original
- Disputed reign with God, Satan, and fallen mankind
- Mankind’s dominion thwarted, frustrated, and twisted
- God in Heaven, separate yet active (indwells believers by his Spirit)
- Sin and the Curse (withdrawal of blessing, or blessing selectively given, plus common grace)
- Shame
- Tree of life in Paradise (mankind cut off from)
- Rivers and nature, with glimmers of past and future
- Mankind dies, returns to the earth; new life to some
- First Adam falls; mankind reigns corruptly, with glimpses of good; second Adam comes
- Serpent, Satan, judged but still present on Earth
- Creation and mankind tainted by sin
- Animals and mankind hurt each other and suffer
- Ground cursed, vegetation diseased
- Hunger and thirst, toil for food and water
- Restlessness, toil in labor
- Paradise lost, sought; glimmers seen, foretastes
- Mankind banished, struggles and wanders in fallen place(s)
- Mankind enslaved to sin, empowered not to sin
- Clothed due to unrighteousness
- Many marriages
- Marriage flawed by sin, blame, manipulation
- Mankind learns, creates in impurity (Cain, Babel)
- God’s plan for mankind and Earth delayed and enriched
- Humans cut off from God
- God’s glory obscured, seen in glimpses
- Worship hampered by sin
- God’s goodness known by some, doubted by others
Future: (Revelation 21-22)
- Resurrected mankind
- New (resurrected) Earth
- God delegates reign to righteous mankind
- Mankind’s dominion fulfilled; redeemed stewardship of Earth
- God living forever with mankind on the New Earth
- No more Curse (greater blessing, deeper perfection, grace unending)
- No shame or potential for shame
- Tree of life in New Jerusalem (mankind can eat again forever)
- River of life flows from the throne
- After redemption sin forever removed
- Death forever removed
- Mankind resurrected from the earth to live on the New Earth
- Second Adam reigns as God-man, with mankind as co-heirs and delegated kings
- Serpent, Satan, removed from Earth, thrown into eternal fire
- Creation and mankind restored to perfection
- Animals and mankind live in complete harmony
- Ground fertile, vegetation thrives
- Abundant food and water
- Enhanced restfulness, joy in labor
- Righteousness (intimacy with God); complete righteousness in Christ
- Paradise regained and magnified
- Man restored to ideal place
- Mankind unable to sin, permanently empowered
- Clothed with righteousness
- One marriage (Christ and church)
- Marriage perfect, unhindered
- Purification and eternal expansion of culture
- Mankind learns, creates in purity
- Mankind rules and expands Paradise
- God’s plan for mankind and Earth revealed
The earth matters, our bodies matter, animals and trees matter, matter matters, because God created them and intends them to manifest his glory. And as we’ll see in the following chapters, the God who created them has not given up on them any more than he has given up on us.
Excerpt from Heaven by Randy Alcorn, Chapter 1.
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