Me llevó en el Espíritu a una montaña grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa. . . . Tenía una muralla grande y alta. . . . Las doce puertas eran doce perlas. . . . La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente. . . . La gloria de Dios la ilumina [a la ciudad], y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad. —Apocalipsis 21:10-12, 21, 23-24
Apuesto a que no hay un país como éste en ningún lugar de nuestro mundo. ¿Has visto los colores? No podrías conseguir un azul como el azul de aquellas montañas allá en nuestro mundo.
¿No será la tierra de Aslan? —preguntó Tirian. . . .
Esas colinas —dijo Lucía—, esas tan lindas llenas de bosques y las otras más atrás, ¿no se parecen muchísimo a la frontera sur de Narnia?
¡Iguales! —exclamó Edmundo, luego de un momento de silencio—. Pero si son exactamente iguales. . .
Y sin embargo, no son iguales —insistió Lucía—. . . . son más . . ., más . . . .
Más parecidas a algo real —dijo suavemente el señor Dígory. — C. S. Lewis, La Última Batalla
¿Es el Cielo un lugar real?
Antes de contestar a esa pregunta, déjame contarte una historia. Comenzando en el año 1271 d.C., un explorador llamado Marco Polo viajó desde su ciudad natal, Venecia, en Italia, a China y no regresó a su hogar por veinticuatro años. ¡Ese sí que fue un l-a-a-r-g-o viaje! Cuando regresó a Venecia, él describió un mundo que la gente de Italia nunca había visto. Aunque China era un lugar real, era muy diferente de Italia. Así que Marco Polo tuvo que usar descripciones vívidas e ideas que la gente de Venecia conocía para describir lo que había visto.
En Los Viajes de Marco Polo, él describió la ciudad que ahora llamamos Beijing diciendo: “Está rodeada de paredes hechas de tierra. . . . Tiene 12 puertas, y sobre cada puerta hay un palacio grande y hermoso. . . . Todos los lotes sobre los cuales se han construido las casas son cuadrados y están diseñados con líneas rectas. . . . Cada lote cuadrado está rodeado de hermosas calles para el tránsito. Así que toda la ciudad está construida de cuadrados al igual que un tablero de ajedrez.”
Piensa en lo que harías si estuvieras tratando de describir un lugar que tú has visto, pero que nadie más ha visto. Tal vez compararías a ese lugar con otros lugares familiares, diciendo: “Era como . . .” o, “Me hizo acordar de . . .” Eso fue lo que Juan, uno de los doce discípulos de Jesús, y otros escritores de la Biblia hicieron para ayudar a sus lectores a entender cómo es el Cielo. Describieron el Cielo como un jardín, una ciudad, un país, un reino y como el “paraíso.”
Pero mucha gente todavía no está segura de que el Cielo es un lugar real. Hasta hay gente que cree que el Cielo está habitado por fantasmas que fl otan en las nubes. La Biblia nos dice que el Cielo es un lugar real —tan real como el planeta Tierra.
En realidad, Dios llama al lugar en el cual viviremos para siempre la “Nueva Tierra.”
Nosotros somos seres humanos. No fuimos creados para vivir como fantasmas en un lugar fantasmal, y menos en las nubes. (En realidad, nadie puede vivir en una nube. Si has volado en un avión, has visto a las nubes de cerca. ¡Están hechas de agua!)
Si conocemos a Jesús, vamos a entrar al Cielo cuando muramos. Y algún tiempo después de que Jesús regrese a la Tierra, Dios nos promete que nos llevará a vivir en la Nueva Tierra, que es un mundo que tiene suelo, árboles y agua: “Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria” (Isaías 65:17).
Este lugar será mucho más hermoso de lo que podamos siquiera imaginar. (Pero eso no quiere decir que no debemos usar la imaginación cuando pensamos en ese lugar ahora.)
¿De dónde sacamos nuestras ideas sobre el Cielo?
¿Cómo llamarías tú a alguien que te miente, te roba y es malo contigo todo el tiempo? Llamarías a esa persona un enemigo. (No, esta no es una descripción de tu primo ni del muchacho que te molesta continuamente en la escuela.)
Como tal vez sepas, los cristianos tienen un enemigo. Tiene varios nombres: Lucifer, Satanás y el diablo.
En El León, la Bruja y el Ropero, la Bruja Blanca es como el diablo.
“Ella es una persona totalmente terrible,” aseguró Lucía. “Se llama a sí misma la Reina de Narnia, a pesar de que no tiene ningún derecho. . . . Puede transformar a la gente en piedra y hacer toda clase de maldades horribles. Con su magia mantiene a Narnia siempre en invierno; siempre es invierno, pero nunca llega la Navidad.”
Tal vez a ti te gusta el invierno. A mí me gusta. Pero no me gustaría un invierno que dure cien años. Esto es lo que ha durado el invierno en Narnia debido al hechizo de la Bruja. La mayor parte de las criaturas no han visto otra estación. A mí no me gustaría pasar el invierno sin la Navidad, ¿y a ti? Esa es la mejor parte en cuanto al invierno (por lo menos en los lugares donde llega la Navidad en el invierno). Pero Satanás no quiere que nosotros creamos en Jesús, al igual que la Bruja Blanca no quiere que nadie crea en Aslan o que piense en él.
(De paso, en algunas historias como El Mago de Oz, las brujas blancas son buenas. Pero en Narnia, el blanco de la “Bruja Blanca” representa la frialdad y la muerte del pecado. En realidad, no existe tal cosa como una bruja buena en Narnia . . . o en la Biblia. Deuteronomio 18:10-14 hace una advertencia contra la brujería, la adivinación, la magia, las predicciones, el encantamiento, los médiums, los espiritistas, y cualquiera que intente hablar con los muertos. Dios quiere que te mantengas alejado de todas esas cosas, incluyendo los tableros de ouija y las cartas de tarot, porque él odia todo eso. Si algunos amigos tratan de convencerte de que uses esas cosas, debes decirles no, y debes hablar con tus padres; quizás hasta debas buscar amigos nuevos.)
La Bruja Blanca está mintiendo siempre. Si has leído el libro o has visto la película, recordarás como ella le miente a Edmundo y le hace pensar que va a ser buena con él. Y trata de conseguir que él traicione a su hermano y a sus hermanas. La Bruja miente en cuanto a Aslan, al igual que Satanás nos miente en cuanto a Jesús y nos miente en cuanto al hogar de Dios —el Cielo.
Jesús dijo en cuanto al diablo: “Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!” ( Juan 8:44). Algunas de las mentiras favoritas de Satanás están relacionadas al Cielo. Él no quiere que tú sepas que el Cielo es en realidad un lugar maravilloso. Él no quiere que tú ames a Jesús, o que vayas al Cielo, o que anheles ir allí.
El diablo fue expulsado del Cielo por tratar de hacerse igual a Dios (Isaías 14:12-15). Él se amargó, no sólo contra Dios, sino también contra la gente y contra el mismo Cielo. Él había tratado de apoderarse del Cielo, pero fue expulsado de allí. Tal vez esto suene como una historia inventada, pero es verdad. La Biblia dice que realmente sucedió.
Se nos dice lo siguiente sobre la Bruja Blanca: “Parte de la magia de ella consistía en que podía hacer que las cosas parecieran lo que no eran.” Satanás está siempre haciendo lo mismo. Siempre lo está haciendo en cuanto al Cielo y, desafortunadamente, le ha dado resultado. Ha hecho que el Cielo parezca aburrido. Satanás no necesita convencernos de que el Cielo no es real. Todo lo que necesita hacer es hacernos creer que el Cielo es un lugar que no disfrutaríamos. Es como cuando se planea un viaje a Disney World o a algún otro lugar divertido y que un niño a quien se le ha prohibido la entrada allí en forma permanente (porque trató de incendiarlo, o algo por el estilo), nos diga: “Oh, vas a detestar Disney World. Es un lugar aburrido.”
Si creemos lo que Satanás dice en cuanto al Cielo, no vamos a querer vivir allí o aun pensar sobre ese lugar. Pero puesto que sabemos que Satanás miente muy bien, deberíamos recordarnos a nosotros mismos lo importante que es lo que dice la Biblia. Entonces podemos ignorar los pensamientos que Satanás nos pone en la mente acerca de que el Cielo no es un lugar maravilloso para vivir.
Así que, ¿cómo podemos saber cómo es el Cielo si nunca lo hemos visto?
¿Cuál es tu libro de fantasía favorito? ¿El Hobbit? ¿El Señor de los Anillos? ¿Una Arruga en el Tiempo? ¿Cuál es la serie de fantasía que más te gusta? ¿Las Crónicas de Narnia? ¿La serie Pendragon? En muchos libros de fantasía, puedes “ver” el mundo que se describe, debido a la vívida imaginación del autor. Pero sin embargo, lugares como la Tierra Media y Narnia en realidad no existen. (¿No te gustaría que existieran?)
El Cielo no es un mundo de fantasía basado en la imaginación de alguien. Es un lugar real creado por Dios. Sin embargo, mucha gente cree que es imposible saber algo sobre este lugar.
Cuando le mencioné a un amigo que estaba escribiendo un libro sobre el Cielo, él me dijo: “La Palabra de Dios dice que ‘Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.’” (Él estaba citando un versículo bíblico, 1 Corintios 2:9.)
“Así que, ¿de qué vas a hablar?” me preguntó. “En realidad no podemos saber lo que Dios ha preparado para nosotros en el Cielo.”
Tal vez tú has pensado lo mismo. ¿Cómo podemos saber algo sobre el Cielo, que es un lugar que no podemos ver? Es así de simple: Dios nos habla sobre el Cielo en la Biblia. Mi amigo terminó la cita demasiado pronto, porque el versículo 10 de 1 Corintios 2 dice lo siguiente sobre lo que no hemos visto o escuchado: “Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu.” Así que Dios nos ha revelado en su Palabra cosas no vistas, incluyendo cosas acerca del Cielo.
Dios no quiere que nos encojamos de hombros como queriendo decir que no tiene sentido que tratemos de aprender acerca del Cielo. En cambio, él quiere que prestemos atención a lo que la Biblia dice acerca de este maravilloso lugar para que anhelemos lo que él tiene para nosotros.
Por supuesto que hay muchas cosas acerca del Cielo que no sabremos hasta que lleguemos allí. Eso está bien, ¿no te parece? En la Tierra hay sorpresas buenas y sorpresas malas, pero en el Cielo, Dios nos dará solamente sorpresas buenas. Y tiene muchas que nos están esperando. Yo las espero con ansias. ¿Y tú?
Si somos buenos, ¿quiere decir eso que algún día iremos al Cielo?
Mucha gente cree que todos los que son buenos van a ir al Cielo. Pero la Biblia dice que nadie puede ser lo sufi cientemente bueno como para ir allí. Todos nosotros hemos hecho cosas malas (a eso se le llama pecado). Al igual que Edmundo, que es adicto a las delicias turcas de la Bruja en El León, la Bruja y el Ropero, nosotros nos hacemos adictos al pecado. Se convierte en un hábito en que hagamos cosas malas para conseguir lo que queremos, aun cuando esas cosas no nos satisfagan. (Al igual que las delicias turcas no satisfacen a Edmundo, pero de todas formas él continúa comiéndolas.)
Debido a que Dios es tan bueno y que sólo quiere lo que es bueno, no puede tolerar el pecado. La Biblia dice que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Basado en ese versículo, he aquí la forma en que el libro sobre Narnia lo expresa cuando Edmundo peca:
“Tienes un traidor aquí, Aslan,” dijo la Bruja.
Por supuesto, todos comprendieron que ella se refería a Edmundo. . . . —¿Te has olvidado de la Magia Profunda? —preguntó la Bruja.
—Digamos que la he olvidado —contestó Aslan gravemente—. Cuéntanos acerca de esta Magia Profunda.
—¿Contarte a ti? —gritó la Bruja, con un tono que repentinamente se hizo más y más chillón—. ¿Contarte lo que está escrito en la Mesa de Piedra que está a tu lado? . . . Al menos tú conoces la magia que el Emperador estableció en Narnia desde el comienzo mismo. Tú sabes que todo traidor me pertenece; que, por ley, es mi presa, y que por cada traición tengo derecho a matar.
Todos los pecadores merecen morir y todos nosotros somos pecadores. Cuando lees acerca de Edmundo, o cuando miras la película, recuérdate a ti mismo que él no es el único que merece morir por sus pecados. Todos lo merecemos.
Una de las buenas criaturas de Narnia desafía a la Bruja y a los seguidores de ella a una pelea para evitar que maten a Edmundo por su pecado. He aquí la respuesta de la Bruja, seguida por la respuesta de Aslan:
—¡Tonto! —dijo la Bruja, con una sonrisa salvaje que casi parecía un gruñido—. ¿Crees realmente que tu amo puede despojarme de mis derechos por la sola fuerza? Él conoce la Magia Profunda mejor que eso. Sabe que, a menos que yo tenga esa sangre, como dice la Ley, toda Narnia será destruida y perecerá en fuego y agua.
—Eso es muy cierto —dijo Aslan—. No lo niego.
La Biblia nos dice algo muy parecido a esto en Hebreos 9:22, porque de acuerdo a la ley de Moisés, “sin derramamiento de sangre no hay perdón.”
La magia escrita en la Mesa de Piedra se puede comparar a la Ley de Dios escrita en las tablas de piedra que se le dieron a Moisés. A menos que alguien que es puro y justo derrame sangre, no se puede conceder perdón por los pecados y nadie puede ir al Cielo. Esa no ha sido idea del diablo, como no lo es tampoco de la Bruja Blanca. Es el carácter santo de Dios el que lo requiere.
Después de escuchar que Edmundo tiene que morir por sus pecados, su hermana Lucía le pregunta a Aslan: “¿Hay algo que se pueda hacer para salvar a Edmundo?”
La respuesta de Aslan es poderosa: “Se hará todo lo que se pueda. . . . Pero es posible que resulte más difícil de lo que ustedes piensan.” Y Aslan se entristece mucho. ¿Por qué? Él sabe el terrible sufrimiento y la muerte que le esperan. Es la única manera de salvar a Edmundo.
Jesús experimentó lo mismo en el huerto de Getsemaní. Él les dijo a sus discípulos: “Es tal la angustia que me invade, que me siento morir. . . . Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo” (Mateo 26:38).
Los que servían a la Bruja Blanca pusieron a Aslan sobre su espalda y le ataron las patas, vitoreando como si hubieran sido muy valientes. Lewis agrega que “con sólo una de sus garras el León podría haberlos matado a todos si lo hubiera querido.” Cuando fue arrestado, Jesús dijo que hubiera podido clamar a Dios, su Padre en el Cielo, para que le mandara más de doce batallones (legiones) de ángeles para que lo protegieran (Mateo 26:53).
Si tú tuvieras el poder para hacer eso, ¿no habrías llamado a esos ángeles en un instante? Yo lo hubiera hecho. Pero Jesús no lo hizo porque él nos ama mucho —recuerda que él fue a la cruz para salvarnos.
Aslan no hace ningún ruido; Jesús tampoco dijo ni una sola palabra (Mateo 26:63). Aun cuando los enemigos de Aslan apretaron las cuerdas de modo que le cortaron la carne, él no luchó contra ellos.
Los soldados que estaban con Jesús se burlaron de él y le pegaron (Lucas 22:63). De manera similar, la Bruja ordena que afeiten a Aslan, su rey verdadero. Cortan su hermosa melena, luego se burlan de él diciéndole: “¿Cuántos ratones cazaste hoy, gato?”
En el relato, Aslan está dispuesto a dar su vida por Edmundo. Jesús fue a la cruz a morir por nosotros, no sólo en un relato, sino como parte de la verdadera historia. Y él nos ama tanto que hubiera muerto por nosotros aun si tú y yo fuéramos los únicos que lo necesitáramos.
¿Sientes deseos de agradecerle por amarte tanto? Dale gracias. Lo puedes hacer ahora mismo. . . .
Afortunadamente, la narración no termina con la muerte de Cristo. Él volvió a la vida con el mismo cuerpo. (Esto es lo que se llama la “Resurrección.”) Su resurrección es muy importante para nuestra fe cristiana. Y es la llave que abre nuestra comprensión del Cielo y de cómo será este lugar.
¿Tendremos verdaderos cuerpos en el Cielo?
Para entender cómo es el Cielo en el que viviremos, es necesario entender cómo seremos nosotros.
Los peces no viven en la tierra seca; viven en el agua. La gente no vive en casillas de perros o en jaulas de hámsters. Tu dormitorio no se hizo para que un elefante durmiera en él —especialmente no en la litera de arriba.
Puesto que Cristo prometió que está preparando un lugar para nosotros, podemos esperar que el Cielo será un lugar totalmente apropiado para la clase de personas que seremos.
Buenas noticias. La Biblia nos dice cómo seremos cuando vivamos en el Cielo para siempre. Después de que Jesús regrese, Dios va a tomar todos los cuerpos de las personas que murieron, aun miles de años antes, y los hará cuerpos fuertes y sanos. Nuestros cuerpos serán como el cuerpo de Cristo después de que él resucitó de los muertos. La Biblia dice que “él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso” (Filipenses 3:21).
Así que, si sabemos cómo fue el cuerpo resucitado de Cristo, sabemos cómo será el nuestro. El Cristo resucitado les dijo a sus seguidores: “Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo” (Lucas 24:39). Jesús tenía un cuerpo físico que la gente podía tocar y ver. Él comió con sus discípulos y caminó por la Tierra. Nosotros haremos lo mismo en la Nueva Tierra.
En El León, la Bruja y el Ropero, después de que Aslan es matado, él vuelve a la vida y les dice a los niños lo mismo que el Jesús resucitado les dijo a sus discípulos.
Entonces no estás muerto, querido Aslan —dijo Lucía.
Ahora no.
No es . . . no es un . . . —preguntó Susana con voz vacilante, sin atreverse a pronunciar la palabra fantasma.
Aslan inclinó la cabeza y con su lengua acarició la frente de la niña. El calor de su aliento y un agradable olor que parecía desprenderse de su pelo, la invadieron.
¿Lo parezco? —preguntó.
¡Es real! ¡Es real! ¡Oh Aslan! —gritó Lucía y ambas niñas se abalanzaron sobre él y lo besaron.
Te puedes imaginar lo contentas que están las niñas ahora que Aslan ha vuelto a la vida. Eso te debería ayudar a imaginar lo contentos que estuvieron los discípulos cuando Jesús volvió a vivir. Casi no lo podían creer.
Aslan representa a Jesús, el verdadero Hijo del Gran Emperador, Dios el Padre. Y la muerte de Aslan por los pecados de Edmundo es la representación de Jesús muriendo por todos nuestros pecados. La vuelta a la vida de Aslan es una representación de la resurrección de Jesús.
Recuerda, la Biblia dice que Jesús volvió a vivir después de que murió. Y en el día de la resurrección, nosotros volveremos a vivir después de haber muerto. Al igual que Jesús tenía un verdadero cuerpo que sus seguidores pudieron tocar, nosotros también tendremos verdaderos cuerpos.
¿Nos divertiremos en nuestros cuerpos resucitados? ¡Por supuesto que sí! Después de que volvió a vivir, Jesús comió y bebió con sus discípulos. En el libro El León, la Bruja y el Ropero, Aslan salta por encima de las cabezas de las niñas después de su resurrección, luego se zambulle entre ellas, después las levanta y las arroja al aire con sus “ aterciopeladas garras” y las ataja. Ellas se revuelcan y ríen.
Lewis escribe:
Era una clase de juego y de saltos que nadie ha practicado jamás fuera de Narnia. Lucía no podía determinar a qué se parecía más todo esto: si a jugar con una tempestad de truenos o con un gatito.
Entonces Aslan les advierte a las niñas que se pongan los dedos en los oídos, y ruge tan ferozmente que todos los árboles frente a él se inclinan ante el ventarrón de su rugido.
Esa es una gran imagen del poder de la resurrección de Cristo, y de lo real y poderoso que es el cuerpo de resurrección de Cristo. Nuestros cuerpos resucitados serán así de reales.
Después de regocijarse por la resurrección de Aslan, las niñas todavía están tratando de darse cuenta del signifi cado de todo esto.
“Quiere decir,” dijo Aslan, “que, a pesar de que la Bruja conocía la Magia Profunda, hay una magia más profunda aún que ella no conoce. Su saber se remonta sólo hasta el amanecer del tiempo. Pero si a ella le hubiera sido posible mirar más hacia atrás, en la oscuridad y la quietud, antes de que el tiempo amaneciera, hubiese podido leer allí un encantamiento diferente. Y habría sabido que cuando una víctima voluntaria, que no ha cometido traición, es ejecutada en lugar de un traidor, la Mesa se quiebra y la muerte misma comienza a trabajar hacia atrás.”
Las palabras magia y encantamiento se refi eren a las antiguas leyes de Dios. Cristo no sólo murió por nuestros pecados, sino que conquistó a la muerte por nosotros, derrotándola con su resurrección. Así que, aun cuando muramos, la muerte no nos va a impedir que vivamos para siempre con cuerpos nuevos, fuertes y saludables.
¿Podemos estar seguros de que iremos al Cielo en lugar de ir al Infi erno?
Piensa en Edmundo en Narnia. Realmente, él merece morir. No hay nada que pueda hacer Edmundo para salvar su vida. Es un regalo que le hace Aslan. Nadie va al Cielo basado en sus propias buenas obras. Llegamos allí solamente como un regalo de Jesús.
En la historia de Narnia, ¿ves cómo la muerte de Aslan en la Mesa de Piedra es necesaria para salvar a Edmundo? En el mundo real, ¿ves por qué la muerte de Cristo en la cruz fue necesaria para salvarte a ti?
Dios nos da la oportunidad de que le digamos: “Estoy arrepentido de mis pecados.” Él permite que elijamos si queremos o no queremos confi ar en Jesús. El arrepentimiento por nuestros pecados —y confi ar en Jesús y en lo que él hizo por nosotros— es el único camino para hacer que el Cielo sea nuestro futuro hogar. En El León, la Bruja y el Ropero, el sacrifi cio de Aslan por Edmundo nos ayuda a entender lo que dice la Biblia en Romanos en cuanto a que merecemos morir por nuestros pecados y que Cristo murió en nuestro lugar:
Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justifi cados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrifi cio de expiación que se recibe por la fe en su sangre. (Romanos 3:21-25)
Cristo les ofrece a todos el don del perdón, salvación y vida eterna. “El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17).
La vida eterna es vivir con Dios gozosamente para siempre.
¿Sabes lo que quiere decir salvación? Es ser rescatados del castigo eterno por nuestros pecados. Debido a que Jesús pagó el precio por nuestros pecados en la cruz, nosotros podemos ser salvados del Infi erno y Dios nos puede llevar al Cielo.
Fíjate que Jesús dice que podemos tomar “gratuitamente”; lo que quiere decir es que no la podemos ganar: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9).
Jesús vino “para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida” (Hebreos 2:14-15).
¿Qué es lo que nos libra del temor a la muerte? Sólo una relación con Jesús, quien murió en nuestro lugar y ha ido a preparar un hogar para nosotros en el Cielo.
El Cielo es un lugar especialísimo donde la gente va cuando muere. Pero no así el lugar que se llama Infi erno. El Infi erno es un lugar terrible, y Jesús, más que ninguna otra persona en la Biblia, nos advirtió al respecto. Dios no vive en el Infi erno y nunca vivirá allí. Puesto que Dios es el dador de todas las cosas buenas, nada bueno habrá jamás en el Infi erno. Sin Dios, nada bueno hay. Es así de simple.
La gente va al Infi erno debido a sus pecados. Las malas noticias son que, puesto que todas las personas han pecado, el Infi erno es el lugar al cual van automáticamente todas las personas cuando mueren si nunca le han pedido a Jesús que les perdone sus pecados.
Las buenas noticias son que nadie tiene que ir al Infi erno. ¿Sabes cuál es la confi guración automática en un programa de computación? Es lo que hará maquinalmente la computadora a menos que se le hagan cambios. Dios nos amó tanto que hizo posible invalidar la confi guración automática del pecado que nos destinaría al Infi erno. Jesús murió por nosotros, cargando la culpa por nuestros pecados. Él permitió que le dieran la pena de muerte en la cruz para que nosotros no acabáramos en el Infi erno. En cambio, podemos estar con él en el Cielo. El sacrifi cio de Jesús demuestra cuánto nos ama.
Pero no es sufi ciente saber todas estas cosas. Tenemos que estar seguros de que aceptamos la oferta del perdón de Dios. Debemos aceptar con agradecimiento su don gratuito de vida eterna para poder estar con Jesús para siempre. Entonces podemos saber con toda seguridad de que cuando muramos, iremos al Cielo. (Para más información sobre este tema, fíjate en el capítulo diez.)
¿Qué quiere decir acumular tesoros en el Cielo?
¿Tienes una cuenta de ahorros, o tal vez una alcancía en tu cuarto? Estás juntando dinero porque quieres ahorrar para comprar algo importante en el futuro. Cuando tienes una meta —es decir, algo que quieres hacer y que es importante para ti— tu vida es benefi ciada por esa meta. Si estás ahorrando para comprarte una bicicleta o una cámara digital, probablemente no gastarás el dinero hasta que hayas logrado tu meta. Depositarás dinero en tu alcancía o en tu cuenta de ahorros.
¿Sabías que puedes hacer depósitos en el Cielo? Jesús dijo: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar” (Mateo 6:19-20).
Así que, ¿qué quiere decir eso? Bueno, mucha gente trabaja sólo para acumular más y más cosas. Pero cuando morimos, no podemos llevar ninguna de nuestras cosas al Cielo. Bueno, eso no quiere decir que es malo tener posesiones. Pero Dios quiere que la gente esté aún más interesada en las cosas que durarán más allá de esta vida.
¿Qué es lo que durará más allá de esta vida? Nuestra relación con Jesús y nuestra relación con otras personas que lo aman serán tesoros que durarán para siempre. También guardamos tesoros en el Cielo cuando contribuimos a la obra de Dios en la Tierra.
A Dios le gusta cuando hacemos cosas por otras personas en lugar de usar todo el tiempo y gastar el dinero en nosotros mismos. Podemos ayudar a personas ancianas, dar dinero para ayudar a los pobres, comprar Biblias para enviar a China, o darles regalos de Navidad a los hijos de personas que están en la cárcel. Podemos dar dinero para que los misioneros puedan ir en avión a diferentes lugares y hablarle a la gente acerca de Jesús. También podemos usar nuestros talentos para compartir el amor de Dios con otras personas (como hacer una obra teatral para presentarles la historia de Jesús a nuestros vecinos, a nuestra familia o a un grupo de niños pequeños). Si hacemos estas cosas porque amamos a Jesús, nos estará esperando un tesoro en el Cielo.
¿Recuerdas lo que dijo Jesús de que lo que acumulemos en la Tierra va a ser comido por la polilla y se va a oxidar, pero lo que acumulemos en el Cielo va a estar seguro en las manos de Dios? Cuando damos, compartimos y hacemos cosas para Jesús ahora, podemos guardar tesoros que nos estarán esperando cuando lleguemos al Cielo.
Puesto que las cosas en las cuales gastamos dinero ahora no van a durar, es necio comprar montones de cosas como computadoras, aparatos estereofónicos y juguetes que, al fi nal, dejamos de lado. (No nos hacen felices, y terminamos rematándolos en ventas de garajes o en eBay.) No sólo es lo correcto, sino que es inteligente compartir dinero, comida y otras cosas con personas que en realidad las necesitan.
Además de dar dinero a nuestra iglesia y a los misioneros, podemos dar dinero a grupos cristianos que proveen comida para las personas que pasan hambre o que han experimentado desastres como inundaciones, huracanes y terremotos. Jesús quiere que hagamos esas cosas y él nos recompensará por todo lo que hagamos.
Tengo una sugerencia para una excursión familiar, de la que puedes hablar con tus padres si crees que es una buena idea: Visita lugares donde la gente lleva las cosas que no usa. Las fi las son más cortas que en los parques de diversión, y por lo general, ¡la entrada es gratis! Lo que es útil es que podrás mirar las pilas de “tesoros” que antes fueron regalos de Navidad y regalos de cumpleaños. Verás cosas que la gente ha pagado muchísimo dinero por ellas, por las que los niños se han peleado y por las que las familias se han metido en deudas. Tal vez veas pedazos de muñecas, robots oxidados y aparatos electrónicos que ya no se usan y han sido olvidados. Puedes estar seguro de que la mayor parte de las cosas que posees van a terminar en un lugar como ese.
Piensa en el futuro, en un tiempo cuando todo lo que posees va a estar en una pila de cosas desechadas. ¿Qué es lo que habrás hecho que dure eternamente?
Si has aprendido a obedecer a Jesús y has acumulado tesoros en el Cielo, la respuesta es emocionante. Porque si tus tesoros están en el Cielo, entonces, en lugar de pasar la vida en la dirección en que no conservarás tus tesoros, pasarás la vida en la dirección que sí lleva a conservar tus tesoros.
Cuantos más tesoros tengas en el Cielo, tanto más ansiarás llegar allí.
Extracto de El Cielo para Niños por Randy Alcorn, Capítulo 1.
What Can We Know about Heaven?
(Excerpt from Heaven for Kids)
He showed me the holy city, Jerusalem, descending out of heaven from God. It shone with the glory of God and sparkled like a precious stone. . . . The city wall was broad and high. . . . The twelve gates were made of pearls. . . . And the main street was pure gold, as clear as glass. . . . The glory of God illuminates the city, and the Lamb is its light. The nations will walk in its light. — Revelation 21:10-12, 21, 23-24
“I bet there isn’t a country like this anywhere in our world. Look at the colours! You couldn’t get a blue like the blue on those mountains in our world.”
“Is it not Aslan’s country?” said Tirian. . . .
“Those hills,” said Lucy, “the nice woody ones and the blue ones behind—aren’t they very like the southern border of Narnia?”
“Like!” cried Edmund after a moment’s silence. “Why, they’re exactly like. . . .”
“And yet they’re not like,” said Lucy. . . . “They’re more . . . more . . .”
“More like the real thing,” said the Lord Digory softly. — C. S. Lewis, The Last Battle
Is Heaven a real place?
Before I answer that question, let me tell you a story. Starting in AD 1271, an explorer named Marco Polo traveled from his hometown of Venice, Italy, to China and didn’t go home for twenty-four years. Talk about a l-o-o-n-g trip! When he returned to Venice, he described a world that the people of Italy had never seen. Although China was a real place, it was very different from Italy. So Marco Polo had to use word pictures and ideas that people in Venice knew in order to describe what he saw.
In The Travels of Marco Polo, he described the city now called Beijing by saying, “It is walled around with walls of earth. . . . There are 12 gates, and over each gate there is a great and handsome palace. . . . All the plots of ground on which the houses of the city are built are four-square, and laid out with straight lines. . . . Each square plot is surrounded by handsome streets for the traffic. Thus the whole city is arranged in squares just like a chessboard.”
Think about what you would do if you were trying to describe a place you’ve seen but no one else has. You would probably compare that place to other familiar places, saying, “It was like . . .” or, “It reminded me of . . .” That’s what John, one of Jesus’ twelve disciples, and other writers of the Bible did to help their readers understand what Heaven is like. They describe Heaven as a garden, a city, a country, a kingdom, and “paradise.”
But many people still aren’t sure that Heaven is a real place. They even believe people in Heaven are ghosts floating on clouds. The Bible tells us that Heaven is a real place—just as real as planet Earth. In fact, God calls the place we’ll live forever the “New Earth.”
We’re human beings. We’re not made to live as ghosts in a ghostly place—especially on clouds! (No one can live on a cloud anyway. If you’ve fl own in an airplane, you’ve seen clouds up close. They’re made of water!)
If we know Jesus, we will enter Heaven when we die. And some time after Jesus comes back to Earth, God promises he will bring us to live on the New Earth—a world with ground, trees, and water: “Look! I am creating new heavens and a new earth, and no one will even think about the old ones anymore” (Isaiah 65:17).
This place will be beautiful beyond our wildest imagination. (But that doesn’t mean we shouldn’t use our imaginations when we think about it now!)
Where do we get our ideas about Heaven?
What would you call someone who lies to you, steals from you, and is mean to you all the time? You’d call that person an enemy. (No, this isn’t a description of your cousin or the kid who keeps annoying you at school.)
As you may know, Christians have an enemy. He goes by different names: Lucifer, Satan, and the devil.
In The Lion, the Witch and the Wardrobe, the White Witch is like the devil.
“She is a perfectly terrible person,” said Lucy. “She calls herself the Queen of Narnia though she has no right to be queen at all. . . . And she can turn people into stone and do all kinds of horrible things. And she has made a magic so that it is always winter in Narnia—always winter, but it never gets to Christmas.”
Maybe you like winter. I do. But not one that lasts a hundred years! That’s how long it has been winter in Narnia because of the Witch’s spell. Most creatures have never seen another season. I’d hate to have winter without Christmas, wouldn’t you? That’s the best part about winter. But Satan doesn’t want us to believe in Jesus or think about him. Just like the White Witch doesn’t want anyone to believe in Aslan or think about him.
(By the way, in some stories, like The Wizard of Oz, white witches are good. But in Narnia the white in “White Witch” represents the coldness and death of sin. In fact, there is no such thing as a good witch in Narnia . . . or in the Bible. Deuteronomy 18:10-14 is a warning against witchcraft, fortune-telling, sorcery, omens, mediums, psychics, and anyone attempting to talk to the dead. God wants you to stay away from those things, including Ouija boards and tarot cards, because he hates them. If friends try to talk you into these things, you need to tell them no and talk to your parents, and maybe even find other friends.)
The White Witch is always lying. If you’ve read the book or seen the movie, you’ll remember how she lies to Edmund and makes him think she is going to be nice to him. And she tries to get him to betray his brother and sisters. The Witch lies about Aslan. In the same way, Satan lies to us about Jesus. And he lies about God’s home—Heaven.
Jesus said of the devil, “When he lies, he speaks his native language, for he is a liar and the father of lies” (John 8:44, NIV). Some of Satan’s favorite lies are about Heaven. He doesn’t want you to know what an awesome place it really is! He doesn’t want you to love Jesus or go to Heaven or look forward to it.
The devil was thrown out of Heaven for trying to make himself equal with God (Isaiah 14:12-15). He became bitter, not only toward God, but also toward people and Heaven itself. He had tried to take over Heaven but was kicked out. Maybe this sounds like a made-up story, but it’s true. The Bible says it really happened.
We’re told this about the White Witch: “It was part of her magic that she could make things look like what they aren’t.” Satan is always doing that. He’s always doing it about Heaven, and unfortunately it has worked. He has made Heaven look boring. Satan doesn’t need to convince us that Heaven isn’t real. He only needs to make us believe that Heaven is a place we wouldn’t enjoy. It’s like planning a trip to Disney World or some other fun place and being told by a kid who has been permanently banned from there (because he tried to set it on fire or something), “Oh, you’ll hate it at Disney World. It’s boring.”
If we believe what Satan says about Heaven, we won’t want to live there or even think about it. But since we know that Satan is really good at telling lies, we should remind ourselves how important it is to look at what the Bible says. Then we can ignore the thoughts Satan puts in our heads about Heaven not being an awesome place to live.
So how can we know what Heaven is like if we’ve never seen it?
What’s your favorite fantasy book? The Hobbit? The Lord of the Rings? A Wrinkle in Time? What’s your favorite fantasy series? The Chronicles of Narnia? The Pendragon series? In many fantasy books, you can “see” the world described, because of the author’s vivid imagination. Yet places like Middle-earth and Narnia don’t really exist. (Don’t you wish they did?)
Heaven isn’t a fantasy world based on someone’s imagination. It’s a real place created by God. Yet many people believe it’s impossible to know anything about this place.
When I mentioned to a friend I was writing a book on Heaven, he told me, “God’s Word says that ‘No eye has seen, no ear has heard, and no mind has imagined what God has prepared for those who love him.’ ” (He was quoting a Bible verse, 1 Corinthians 2:9.)
“So what will you be talking about?” he asked.
“We can’t really know what God has prepared for us in Heaven.”
Maybe you’ve thought about the same thing. How can we know anything about Heaven—a place we can’t see? It’s this simple: God tells us about Heaven in the Bible. My friend stopped quoting too soon, because verse 10 of 1 Corinthians 2 says this about what we haven’t seen or heard: “But it was to us that God revealed these things by his Spirit.” So God has revealed unseen things to us in his Word, including things about Heaven.
God doesn’t want us to shrug our shoulders as if there is no point in trying to learn about Heaven. Instead, he wants us to pay attention to what the Bible says about this amazing place so we’ll look forward to what he has for us.
Of course, there are many things about Heaven we won’t know until we get there. That’s cool, don’t you think? On Earth there are good surprises and bad surprises, but in Heaven God will give us only good surprises. And he has a lot of them waiting for us. I’m looking forward to them. How about you?
If we’re good, does that mean we’ll go to Heaven someday?
Many people believe that everyone who is good will wind up in Heaven. But the Bible says no one can be good enough to get there. We’ve all messed up (this is called sin). Like Edmund, who is addicted to the Witch’s Turkish Delight in The Lion, the Witch and the Wardrobe, we get addicted to sin. It becomes a habit for us to do wrong things to get what we want, even though these things don’t satisfy us. (Just like the Turkish Delight doesn’t satisfy Edmund, but he keeps wanting it anyway.)
Because God is so good and does only what’s right, he cannot stand sin. The Bible says that “the wages of sin is death” (Romans 6:23). Based on that verse, here’s how the Narnia book puts it when Edmund sins:
“You have a traitor there, Aslan,” said the Witch. Of course everyone present knew that she meant Edmund. . . . “Have you forgotten the Deep Magic?” asked the Witch.
“Let us say I have forgotten it,” answered Aslan gravely. “Tell us of this Deep Magic.”
“Tell you?” said the Witch, her voice growing suddenly shriller. “Tell you what is written on that very Table of Stone which stands beside us? . . . You at least know the Magic which the Emperor put into Narnia at the very beginning. You know that every traitor belongs to me as my lawful prey and that for every treachery I have a right to a kill.”
Every sinner deserves to die, and we are all sinners. When you read about Edmund or watch the movie, remind yourself that he isn’t the only one who deserves to die for his sins. We all do.
One of the good creatures of Narnia challenges the Witch and her followers to a fight, to keep them from killing Edmund for his sin. Here is the Witch’s response, followed by Aslan’s:
“Fool,” said the Witch with a savage smile that was almost a snarl, “do you really think your master can rob me of my rights by mere force? He knows the Deep Magic better than that. He knows that unless I have blood as the Law says, all Narnia will be overturned and perish in fire and water.”
“It is very true,” said Aslan, “I do not deny it.”
The Bible tells us something very much like this in Hebrews 9:22: “According to the law of Moses . . . without the shedding of blood, there is no forgiveness.”
The magic written on the Stone Table is the same as the law of God written on the stone tablets given to Moses. Unless someone who is pure and righteous sheds blood, no forgiveness for sins may be granted and no one may go to Heaven. This is not the devil’s idea, just as it is not the White Witch’s. It is God’s holy character that requires it.
After hearing that Edmund has to die for his sins, his sister Lucy asks Aslan, “Can anything be done to save Edmund?”
Aslan’s response is powerful: “All shall be done. . . . But it may be harder than you think.” Then Aslan becomes very sad. Why? He knows the terrible suffering and death that await him. It is the only way to save Edmund.
Jesus experienced this very thing in the garden of Gethsemane. He told his disciples, “My soul is crushed with grief to the point of death. Stay here and keep watch with me” (Matthew 26:38).
Those serving the White Witch roll Aslan over on his back and tie his paws together, cheering as though they’re being brave. Lewis adds, “Had the Lion chosen, one of those paws could have been the death of them all.” Jesus said when he was arrested that he could have called on God, his Father in Heaven, to send over 72,000 angels for his protection (Matthew 26:53).
If you had the power to do that, wouldn’t you have called on those angels in a heartbeat? I would have. But Jesus didn’t. That’s how much he loves us—because, remember, he went to the cross to save us.
Aslan makes no noise, just as Jesus didn’t (Matthew 26:63). Even though Aslan’s enemies tighten the cords so they cut into his flesh, he doesn’t fight them.
The soldiers who held Jesus mocked him and hit him (Luke 22:63). In the same way, the Witch orders that Aslan, their rightful king, be shaved. They cut off his beautiful mane, then mock him, saying, “How many mice have you caught today, Cat?”
Aslan is willing to give his life for Edmund in the story. Jesus went to the cross to die for us, not just in a story, but in actual history. And he loves each of us enough that he would have died for us even if you or I were the only one who needed him.
Do you feel like thanking him for loving you that much? Go ahead. You can do it right now. . . .
Fortunately, the story didn’t end with Christ’s death. He came back to life in his same body. (This is what is called the “Resurrection.”) His resurrection is very important to our Christian faith. And it’s the key that unlocks our understanding of Heaven and what it will be like.
Will we have real bodies in Heaven?
To understand what the Heaven we’ll live in is like, it’s necessary to understand what we will be like.
Fish don’t live on land; they live in water. People don’t live in doghouses or in gerbil cages. Your bedroom wasn’t made for an elephant to sleep in—especially not on the top bunk.
Since Christ promised he is preparing a place for us, we should expect Heaven to be perfectly suited to the kind of people we’ll be.
Good news. The Bible tells us what we will be like when we live in Heaven forever. After Jesus returns, God will put back together the bodies of his people who died, even thousands of years earlier, and make them into strong and healthy bodies. Our bodies will be like Christ’s body after he rose from the dead. The Bible says Jesus will change our bodies “into glorious bodies like his own” (Philippians 3:21).
So by knowing what Christ’s resurrection body was like, we know what ours will be like. The risen Christ said to his followers, “Look at my hands. Look at my feet. You can see that it’s really me. Touch me and make sure that I am not a ghost, because ghosts don’t have bodies, as you see that I do” (Luke 24:39). Jesus had a physical body people could touch and see. He ate with his disciples and walked on Earth. We’ll do those things on the New Earth.
In The Lion, the Witch and the Wardrobe, after Aslan is killed, he comes back to life and tells the children just what the risen Jesus told his disciples.
“Aren’t you dead then, dear Aslan?” said Lucy.
“Not now,” said Aslan.
“You’re not—not a—?” asked Susan in a shaky voice. She couldn’t bring herself to say the word ghost. Aslan stooped his golden head and licked her forehead. The warmth of his breath and a rich sort of smell that seemed to hang about his hair came all over her.
“Do I look it?” he said.
“Oh, you’re real, you’re real! Oh, Aslan!” cried Lucy, and both girls flung themselves upon him and covered him with kisses.
You can imagine how glad the children are that Aslan has come back to life. That should help you envision how glad the disciples were when Jesus came back to life! They could hardly believe it.
Aslan is a picture of Jesus, the true Son of the Great Emperor, God the Father. And Aslan dying for Edmund’s sins is a picture of Jesus dying for all our sins. Aslan coming back to life is a picture of Jesus’ resurrection.
Remember, the Bible says that Jesus came back to life after he died. And in the day of resurrection, we will come back to life after we’ve died. Just like Jesus had a real body his followers could touch, we will have real bodies.
Will we have a good time in our resurrected bodies? Of course! After he came back to life, Jesus ate and drank with his disciples. In the book The Lion, the Witch and the Wardrobe, Aslan leaps over the children’s heads after his resurrection, then dives between them, then picks them up and tosses them in the air with his huge “velveted paws” and catches them. They roll and laugh.
Lewis writes:
It was such a romp as no one has ever had except in Narnia; and whether it was more like playing with a thunderstorm or playing with a kitten Lucy could never make up her mind.
Then Aslan warns the girls to put their fingers in their ears, and he roars ferociously, and all the trees bend before the blast.
That is a great picture of the power of Christ’s resurrection—and of how real and powerful Christ’s resurrection body is. Our resurrection bodies will be every bit as real!
After rejoicing at Aslan’s resurrection, the children are still trying to figure out what it all means.
“It means,” said Aslan, “that though the Witch knew the Deep Magic, there is a magic deeper still which she did not know. Her knowledge goes back only to the dawn of Time. But if she could have looked a little further back, into the stillness and the darkness before Time dawned, she would have read there a different incantation. She would have known that when a willing victim who had committed no treachery was killed in a traitor’s stead, the Table would crack and Death itself would start working backwards.”
The words magic and incantation refer to God’s ancient laws. Christ not only died for our sins but conquered death for us by defeating it in his resurrection. So even when we die, death will not keep us from living forever with new, strong and healthy bodies!
Can we be sure we’ll go to Heaven instead of Hell?
Think of Edmund in Narnia. He truly deserves to die. There is nothing Edmund can do to save his life. It is a gift from Aslan. No one goes to Heaven based on his or her good deeds. We get there only as a gift from Jesus.
In the Narnia story, do you see why Aslan’s death on the Stone Table is necessary to save Edmund? In the real world, do you see why Christ’s death on the cross was necessary to save you?
God gives us the opportunity to tell him, “I’m sorry for my sins.” He allows us to choose whether or not to trust in Jesus. Repenting of our sins and trusting in Jesus and what he did for us is the only way to make Heaven our future home. Aslan’s sacrifice for Edmund in The Lion, the Witch and the Wardrobe helps us understand what the Bible says in Romans about us deserving to die for our sins and Christ dying in our place:
God has shown us a way to be made right with him . . . as was promised in the writings of Moses and the prophets long ago. We are made right with God by placing our faith in Jesus Christ. And this is true for everyone who believes, no matter who we are. For everyone has sinned; we all fall short of God’s glorious standard. Yet God, with undeserved kindness, declares that we are righteous. He did this through Christ Jesus when he freed us from the penalty for our sins. For God presented Jesus as the sacrifice for sin. People are made right with God when they believe that Jesus sacrificed his life, shedding his blood. (Romans 3:21-25)
Christ offers everyone the gift of forgiveness, salvation, and eternal life. “Whoever is thirsty, let him come; and whoever wishes, let him take the free gift of the water of life” (Revelation 22:17, NIV).
Eternal life is living joyfully with God forever.
Do you know what salvation means? It’s being rescued from eternal punishment for our sins. Because Jesus paid the price for our sins on the cross, we can be saved from Hell, and God can take us to Heaven.
Notice Jesus calls it a “free gift.” That means we can’t earn it: “God saved you by his grace when you believed. And you can’t take credit for this; it is a gift from God. Salvation is not a reward for the good things we have done, so none of us can boast about it” (Ephesians 2:8-9).
Jesus came “so that by his death he might destroy him who holds the power of death— that is, the devil—and free those who all their lives were held in slavery by their fear of death” (Hebrews 2:14-15, NIV).
What delivers us from the fear of death? Only a relationship with Jesus, who died in our place and has gone to prepare a place for us in Heaven.
Heaven is a very special place for people to go when they die. That is not true of the place called Hell. It’s a terrible place, and Jesus, more than anyone else in the Bible, warned about it. God doesn’t live in Hell and never will. Since God is the giver of all that’s good, nothing good will ever be there. No God, no good. It’s that simple.
People go to Hell because of their sins. The bad news is, because everyone is a sinner, Hell is the place where people automatically go when they die if they’ve never asked Jesus to forgive their sins.
The good news is that no one has to go to Hell. Do you know what the default setting is in a computer program? It’s what the computer will do unless something’s done to change it. God loved us enough to make it possible to override the default setting of sin that would send us to Hell. Jesus died for us, taking the blame for our sins. He allowed himself to be given the death sentence on the cross so that we don’t have to go to Hell. Instead, we can be with him in Heaven. That’s how much he loves us!
But it’s not enough to know these facts. We need to be sure we take God up on his offer of forgiveness. We need to accept—with thanks— his free gift of eternal life, so we can live forever with Jesus. Then we can know for sure that when we die, we will go to Heaven. (For more on this, look at chapter ten.)
What does it mean to store up treasure in Heaven?
Got a savings account, or maybe a bank in your room? You deposit money because you want to save for something important that you want to buy in the future. When you have a goal—something you’d like to do that’s really important to you—your life is affected by it. If you’re saving for a bike or a digital camera, you probably won’t spend money on other things until you accomplish your goal. You’ll deposit your money in your bank or your savings account.
Did you know that you can make deposits in Heaven? Jesus said, “Don’t store up treasures here on earth, where moths eat them and rust destroys them, and where thieves break in and steal. Store your treasures in heaven, where moths and rust cannot destroy, and thieves do not break in and steal” (Matthew 6:19-20).
So, what’s that all about? Well, many people work only to buy more and more things. But when we die, we won’t be able to take any of our things with us to Heaven. Now, having possessions isn’t wrong. But God wants people to be even more interested in the things that will last beyond this life.
What will last beyond this life? Our relationships with Jesus and other people who love him will be treasures that last forever. We also store up treasure in Heaven when we contribute to God’s work on Earth.
God likes it when we do things for others, instead of spending all of our time and money on ourselves. We can help older people, give money to assist the poor, buy Bibles for people in China, or give Christmas presents to children of prisoners. We can give money so missionaries are able to fl y to different places and tell others about Jesus. We can also use our talents to share God’s love with other people (like putting on a play to tell Jesus’ story to our neighbors, our families, or a group of younger kids). If we do these things because we love Jesus, a treasure will be waiting for us in Heaven.
Remember how Jesus said that what we store up on Earth will be moth eaten and rusty, but what we store up in Heaven will be safe in God’s hands? By giving and sharing and doing things for Jesus now, we can store up lasting treasures that will be waiting for us when we get to Heaven.
Since the things we spend money on here won’t last, it’s silly just to buy tons of things like computers and stereos and toys that we end up setting aside anyway. (They don’t make us happy, and they just wind up getting sold in garage sales or on eBay.) It’s not only right but it’s smart to share and give money and food and other things to people who really need them.
In addition to giving money to our church and to missionaries, we can give to Christian groups that help feed people who are hungry or have gone through disasters like floods, hurricanes, and earthquakes. Jesus wants us to do these things, and he will reward us for all we do.
I have a suggestion for a family field trip that you can discuss with your parents if you think it’s a good idea: Visit a junkyard or a dump. The lines are shorter than in amusement parks, and admission is usually free! What’s helpful is that you get to look at all the piles of “treasures” that were formerly Christmas and birthday presents. You will see stuff that people paid hundreds of dollars for, that children quarreled about, and that families went broke over. You might see arms and legs from battered dolls, rusted robots, and electronic gadgets lying useless and forgotten. You can be sure that much of the stuff you own will end up in a dump just like this.
Think ahead to a time when all that you ever owned will be in a junk heap. What will you have done that will last for eternity?
If you’ve learned to obey Jesus and store up your treasures in Heaven, the answer is exciting. Because if your treasures are in Heaven, then instead of spending your life headed away from your treasures, you’ll be spending your life headed toward your treasures.
The more treasures you have in Heaven, the more you’ll look forward to going there!
Excerpt from Heaven for Kids by Randy Alcorn, Chapter 1.
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