Pregunta de un lector:
He leído muchos de sus libros y realmente me han bendecido. Un concepto que he leído y me ha molestado, ya que he sido incapaz de validarlo en las Escrituras. Se trata del concepto de que Satanás no puede conocer nuestros pensamientos y nuestro corazón en contraste con Dios que todo lo sabe. Más allá de eso, que Satanás puede escuchar nuestras oraciones habladas, pero no nuestras oraciones silenciosas...
No puedo encontrar nada respecto a esto en las Escrituras y tenía algunas reflexiones sobre el tema, específicamente:
1. Puesto que Dios tiene infinito poder, autoridad, y capacidad, podría haber creado a Satanás, Miguel, los querubines, y otros seres celestiales para tener cualquier habilidad que Él quisiera que tuvieran. No parece que se nos diga mucho sobre esto. Parece que podría haber creado a Satanás para tener la capacidad de leer nuestras mentes y corazones si así lo hubiera deseado.
2. Dado que la capacidad de impedir que Satanás conozca nuestros pensamientos es una ventaja estratégica para un cristiano, me parece que habría sido específicamente identificada para nosotros, se ubicaría en lo mas alto con la "armadura de Dios" o habría sido enseñada por Jesús .
3. Parece que para manipularnos de la manera en que lo hace, Satanás tendría que tener una "posición ventajosa" en nuestro pensamiento, (es decir, leer nuestras mentes) para saber qué trucos arrojarnos, para conocer nuestras debilidades, etc.
Respuesta de Randy Alcorn:
En el tema de la lectura de la mente por parte del demonio, aquí está mi opinión. Primero, sabemos que los demonios no son omniscientes, ya que son solo ángeles, seres finitos creados; y los ángeles no conocen muchas cosas, incluyendo el tiempo del regreso de Cristo (Marcos 13: 32). Se nos dice que solo Dios puede conocer el futuro (Isaías 46: 9-10). Los demonios son seres personales, autónomos, y están limitados en el espacio y el tiempo; no omnipresentes y, por tanto, presumiblemente, no son capaces de entrar y salir de la gente a voluntad. Por otro lado, 2 Cor. 10 y otros pasajes sugieren que los demonios pueden influir nuestra manera de pensar. Pero, ¿pueden leer nuestros pensamientos? Bien, sabemos que Jesús conocía los pensamientos de la gente (Mateo 9: 4; 12: 25; Marcos 2: 8, Lucas 6: 8; 11:17). Dios conoce los pensamientos de la gente (Génesis 6: 5, Salmo 139, etc.). Pero en ninguna parte se nos dice que Satanás o los demonios conozcan los pensamientos de la gente.
Esto sería solo una deducción, un argumento del silencio, excepto que en Daniel 2: 27-28, Daniel le dice a Nabucodonosor que nadie que hablara por ningún poder, sino Dios, podría decirle al rey lo que él soñaba; eso incluía "encantadores, magos y astrólogos" quienes podrían apelar a fuentes demoníacas. Pero aparentemente estos demonios no podían leer la mente del rey ni siquiera para confirmar lo que había soñado, y mucho menos para interpretarlo. Así que este es probablemente el pasaje principal que tiene relación directa con el asunto.
Por supuesto, los demonios están en una excelente posición para deducir lo que está en nuestras mentes, ya que nos pueden ver desde el exterior. Ellos saben exactamente lo que estamos leyendo, viendo en la televisión; ellos escuchan nuestras conversaciones, ven nuestras respuestas físicas, oyen incluso nuestras palabras "privadas", y son sin duda expertos en leer nuestras expresiones. Nos ven cuando otras personas no pueden, en cualquier momento que lo deseen. Ahora bien, en lo que respecta a poner pensamientos en nuestra mente o ejercer poderes de persuasión, no sé cómo funciona. Tal vez hay una forma de telepatía por la que envían un mensaje, plantan una idea, sin poder leer exactamente lo que estamos pensando. Estoy de acuerdo en que hay actividad demoníaca involucrada en distraernos durante la oración, pero creo que no tienen que leer nuestras mentes para hacer esto. Si hemos tenido una discusión con nuestro cónyuge, si nuestro hijo está enfermo, si estamos cansados y atrasados con algún pendiente, él puede observar todo eso y de alguna manera susurrar sus distracciones. (El mundo y la carne también proporcionan sus propias distracciones, incluso separados del diablo, y la carne definitivamente sí sabe lo que estamos pensando). Al oírnos y ver lo que estamos llevando a nuestras mentes, los demonios tienen una buena idea de las mejores cosas para elegir para tentarnos. Ese es un recordatorio crítico para nosotros y para nuestros hijos de que lo que leemos, vemos, y escuchamos proporciona al Espíritu Santo y a los ángeles justos por una parte, o a los demonios por otra parte, munición en sus esfuerzos para librar una guerra en nuestras mentes. Si tengo un enemigo atacándome, no tiene mucho sentido entregarle un arma cargada.
Creo que una comprensión clara de lo que estamos pensando exactamente está limitada al Dios omnisciente que nos creó, murió por nosotros, y nos habita. Él es el Juez, el único que lo sabe todo y lo ve todo. Eso me parece reconfortante. También me deja respirar un suspiro de alivio, saber que el enemigo de mi alma no tiene acceso ilimitado a mi mente. Podrá golpear la puerta y gritar sus acusaciones en la ventana, pero no podrá invadir las premisas de mi mente (que está conectada con mi cerebro, parte de mi cuerpo que es el templo de Dios) porque el Espíritu Santo está en casa. Pero, por supuesto, debemos estar alertas para hacer una guerra que destruya los argumentos de Satanás, y no debemos ignorar sus estrategias. No queremos sobrestimar el poder de los demonios en nuestras vidas, pero tampoco queremos subestimarlo.
Otra aplicación de esta noción es cuando sentimos que estamos bajo ataque demoníaco, como me pasó recientemente. Cuando una desesperada sensación de temor y presentimiento cayó sobre mí, invoqué la sangre de Cristo para cubrirme y protegerme. Solía hacer esto en silencio, pero ahora hablo en voz alta. Dios me oye de cualquier manera, pero también quiero que los demonios y los guerreros justos oigan. Jesús respondió en voz alta a Satanás durante la tentación. Él citó la Escritura para que el diablo pudiera oírla, tal vez también para el beneficio de los santos ángeles. Cuando nos resistimos al diablo, no siempre es apropiado hablar en voz alta (o a todo volumen, por ejemplo, en un restaurante, en la iglesia, o en el trabajo), pero por regla general creo que tiene mérito. Al verbalizar damos forma y expresión a las armas de la guerra espiritual. A. W. Tozer tituló uno de sus editoriales (y este se convirtió en el título de uno de sus libros), "I talk back to the devil" (Le contesto al diablo).
Can Satan and Demons Read Our Minds?
Question from a reader:
I have read many of your books and they have truly blessed me. One concept I have read has bothered me as I have been unable to validate it in Scripture. That is the concept that Satan cannot know our thoughts and heart in contrast to God who knows all. Further that Satan can hear our spoken prayers but not our silent prayers...
I cannot find anything like this in Scripture and had some thoughts on the subject, namely:
1. Since God has infinite power, authority and capability, he could have created Satan, Michael, cherubs and other heavenly hosts to have any abilities he wanted them to have. It doesn’t seem we are told much about this. Seems like he could have created Satan to have the ability to read our minds and hearts if he had so desired.
2. Since the ability to prevent Satan from knowing our thoughts is such a strategic advantage for a Christian, seems like it would have been specifically identified for us, it would rank way up there in the “armor of God” or would have been taught by Jesus.
3. Seems like in order to manipulate us the way he does, Satan would have to have an “inside track” on our thinking, (i.e. read our minds) to know what tricks to throw at us, to know our weaknesses, etc.
Answer from Randy Alcorn:
On the demon mind-reading issue, here’s my opinion. First, we know demons aren’t omniscient, since they’re just angels, created finite beings, and angels don’t know a lot of things, including the time of Christ’s return (Mark 13:32). We’re told that God alone can know the future (Is. 46:9-10). Demons are personal beings who are self-contained and are limited in space and time, not omnipresent and therefore presumably not able to drift in and out of people at will. On the other hand 2 Cor. 10 and other passages suggest demons can influence our thinking. But can they read our thoughts? Well, we know Jesus knew people’s thoughts (Mt. 9:4; 12:25; Mark 2:8; Luke 6:8; 11:17). God knows people’s thoughts (Gen. 6:5, Ps. 139, etc.). But nowhere are we told Satan or demons know people’s thoughts.
That would just be a deduction, an argument from silence, except that in Daniel 2:27-28 Daniel says to Nebuchadnnezzar that no one speaking by any power but God could tell the king what he dreamed—that included “enchanters, magicians and astrologers” who could appeal to demonic sources. But apparently these demons could not read the king’s mind even to ascertain what he had dreamed, much less interpret it. So this is probably the primary Scripture that has direct bearing on the issue.
Of course, demons are in an excellent position to deduce what’s on our minds since they can see us from the outside. They know exactly what we’re reading, watching on TV, they overhear our conversations, see our physical responses, hear even our “private” words, and are no doubt skilled at reading our expressions. They see us when other people can’t, any time they wish. Now as far as putting thoughts in our mind or exercising powers of persuasion, I don’t know how that works—perhaps there is a form of telepathy whereby they send a message, plant an idea, without being able to read exactly what we’re thinking. I agree there’s demonic activity involved in distracting us during prayer, but I think they don’t have to be able to read our minds to do this. If we’ve had an argument with our spouse, if our child is sick, if we’re tired and under deadline, he can observe all that and somehow whisper his distractions. (The world and the flesh also provide their own distractions, even apart from the devil—and the flesh definitely does know what we’re thinking.) By hearing us and seeing what we’re taking into our minds, demons have a good idea the best things to pick up on in tempting us. That’s a critical reminder for us and our children that what we read and watch and look at and listen to provides either the Holy Spirit and righteous angels, on the one hand, or demons on the other hand, ammo in their efforts to wage war in our minds. If I have an enemy attacking me, it doesn’t make much sense to hand him a loaded shotgun.
I do think a clear understanding of exactly what we’re thinking is limited to the omniscient God who created us, died for us and indwells us. He is the Judge, the only one who knows all, sees all. I find that comforting. It also let’s me breathe a bit of a sigh of relief to know that the enemy of my soul doesn’t have unlimited access to my mind. He can bang on the door and yell in the window and shout his accusations, but he can’t invade the premises of my mind (which is connected with my brain, part of my body that’s God’s temple) because the Holy Spirit is in residence. But of course, we must be on the alert to wage war that demolishes Satan’s arguments, and we must not be unaware of his strategies. We don’t want to overestimate the power of demons in our lives, but neither do we want to underestimate it.
One other application of this notion is when we feel we’re under demonic attack, as I did recently. When a hopeless sense of dread and foreboding fell on me I called upon the blood of Christ to cover and protect me. I used to do this silently, but now I speak aloud. God hears me either way, but I want the demons to hear too, and the righteous warriors. Jesus responded aloud to Satan during the temptation. He quoted Scripture so the devil could hear it, perhaps also for the benefit of the holy angels. When we resist the devil, it may not always be appropriate to speak aloud (or to speak loudly anyway, e.g. at a restaurant or in church or at work), but as a rule I think it has merit. By verbalizing we give shape and expression to the weapons of spiritual warfare. A. W. Tozer entitled one of his editorials (and it became the title of one of his books), “I talk back to the devil.”