Nota: Con el fin de ahorrar espacio, los pie de página no se incluyen en este artículo, pero están marcados con un asterisco y se pueden encontrar en el libro ¿Por qué ser pro-vida? (Why ProLife?) de Randy Alcorn, Capítulo 18, páginas 102-107.
Millones de mujeres y hombres, tanto en la sociedad como en la iglesia, están sufriendo bajo la culpa del aborto. Cerca de una de cada cinco mujeres que se somete a un aborto se identifica a sí misma como cristiana evangélica.* Esto significa que los cristianos realizan un cuarto de millón de abortos cada año. Muchos de los padres de estos niños son también parte de nuestras iglesias.
Si eres una mujer que ha tenido un aborto, o has aconsejado a otra que tenga uno, este artículo es para ti. Si eres un hombre que ha estado involucrado en tomar la decisión de un aborto, ya sea de tu novia, esposa, hija, o cualquier persona, también es para ti.
Es contraproducente tratar de eliminar los sentimientos de culpa sin atender a la causa de la culpa. Otros pueden decir: “No tienes nada de qué sentirte culpable,” pero sabes que sí. Solamente negando la realidad podrás evitar los sentimientos de culpa. Pero la negación te prepara para un colapso emocional cada vez que algo te recuerde al niño que una vez llevaste. Necesitas una solución permanente a tu problema de culpa, una solución realista, no fingida.
Debido a que la Biblia ofrece esa solución, voy a citarla. Pídele a tu pastor, líder de grupo de mujeres, o una amiga o familiar cristiana que te ayude a entender.
La obra de Cristo
La buena noticia es que Dios te ama y desea perdonarte por tu aborto, hayas sabido o no lo que estabas haciendo. Pero antes de poder apreciar la buena noticia, hay que conocer la mala. La mala noticia es que hay una culpa moral real, y todos somos culpables de muchos delitos morales en contra de Dios, de los que el aborto es uno sola. “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Ro. 3:23).
Pecar es no estar a la altura de los estándares santos de Dios. Nos separa de una relación con Dios (Is. 59: 2). El pecado nos engaña, haciéndonos creer que lo malo es bueno y lo bueno es malo (Pr. 14:12). “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23).
Jesucristo, el Hijo de Dios, nos amó tanto que se convirtió en un miembro de la raza humana para liberarnos de nuestro problema del pecado (Jn. 3:16). Se identificó con nosotros en nuestra debilidad, sin ser contaminado por nuestro pecado (He. 2:17-18; 4:15-16). Jesús murió en la cruz como el único digno de pagar el castigo por nuestros pecados que demanda la santidad de Dios (2 Co. 5:21). Y se levantó de la tumba, venciendo el pecado y conquistando la muerte (1 Co. 15:3-4, 54-57).
Cuando Cristo murió en la cruz por nosotros, dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). La palabra griega traducida como “consumado es”, es la misma escrita en certificados de deuda cuando eran canceladas. Significaba “pagado en su totalidad”. Cristo murió para pagar en totalidad nuestra deuda.
Perdón total
Debido a la obra de Cristo hecha por nosotros, Dios nos ofrece gratuitamente el perdón. Estas son solo algunas de esas cosas:
“Él no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras iniquidades. Como dista el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre se compadece de sus hijos, así el Señor tiene compasión de los que le temen”, Salmos 103:10-14.
“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarlos y limpiarnos de toda maldad”, 1 Juan 1:9.
“Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús”, Romanos 8:1.
Un regalo que no se puede ganar
La salvación es un regalo: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2: 8-9). No se puede trabajar para ganar ni alcanzar este regalo. No depende de nuestros méritos o esfuerzo; depende únicamente del sacrificio de Cristo por nosotros.
Dios nos ofrece el don del perdón y vida eterna, pero no es automáticamente nuestro. Para obtener el regalo, debemos elegir aceptarlo.
Puedes estar pensando: “Pero yo no merezco el perdón después de todo lo que he hecho”. Eso es exactamente correcto. Ninguno de nosotros merece el perdón. Si lo mereciéramos, no lo necesitaríamos. Ese es el punto de la gracia. Cristo obtuvo lo que nosotros merecíamos en la cruz, para que nosotros pudiéramos obtener lo que no merecemos: borrón y cuenta nueva, un nuevo comienzo.
Una vez perdonados, podemos mirar adelante hacia una eternidad con Cristo y nuestra familia espiritual (Jn. 14:1-3, Ap. 20:11-22:6). Puedes mirar adelante a reunirte en el cielo con tus seres queridos cubiertos por la sangre de Cristo, incluyendo al hijo que perdiste en el aborto (1 Ts. 4:13-18).
No hay necesidad de estancarse en los pecados pasados
Una mujer promiscua lloró a los pies de Cristo, los besó y los secó con su cabello. Jesús le dijo a un observador crítico: “Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho” (Lc. 7:47). Jesús nos ofrece a todos el mismo perdón.
Dios no quiere que vayas por la vida castigándote por tu aborto o por cualquier otro mal que hayas hecho. Tu responsabilidad es aceptar la expiación de Cristo, no repetirla. Jesús le dijo a una mujer inmoral: “Tus pecados han sido perdonados. Tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc. 7:47-50). Las mujeres rechazadas por la sociedad se acercaron a Jesús, y Él les permitió la entrada con compasión y perdón.
No importa lo que hayas hecho, ningún pecado va más allá del alcance de la gracia de Dios. Él ha visto lo peor de nosotros y aun así nos ama. No hay límites para la gracia del perdón. Y no hay libertad como la libertad del perdón.
Puedes sentirte limpio inmediatamente cuando confiesas tus pecados, o tal vez necesites ayuda para lidiar con ellos. De cualquier manera, estás perdonado. Debes tratar de olvidar lo que queda atrás y caminar hacia adelante a un futuro positivo hecho posible gracias a Cristo (Fil. 3:13-14). Cada vez que empecemos a sentirnos culpables, es hora de volver a la Biblia y recordarnos a nosotros mismos, y unos a otros, del perdón de Dios.
Unirse a un grupo de ayuda post-aborto puede ayudar inmensamente. Hay estudios bíblicos post-aborto diseñados para las mujeres, y otros para hombres. Muchos recursos en línea pueden ayudarte a encontrar el grupo de apoyo que necesitas.*
El perdón, seguido por decisiones correctas
Muchas mujeres que han tenido abortos llevan una amargura comprensible hacia los hombres que las usaron y abusaron de ellas, hacia padres que las presionaron, y hacia aquellos que las engañaron a tomar una decisión que resultó en la muerte de su hijo. Dios espera que tomes el perdón que Él nos ha dado y lo extiendas a otros (Mt. 6:14-15).
Tienes que buscar integrarte en una comunidad terapéutica, una familia de cristianos llamada la iglesia. (Si ya te encuentras en una iglesia, comparte tu experiencia sobre el aborto con alguien para que puedas obtener la ayuda específica que necesitas). Puede ser que te sientas cohibida con otros cristianos a causa de tu pasado. No deberías. Una verdadera iglesia centrada en Cristo no es un escaparate para los santos, sino un hospital para pecadores. No vas a ser juzgada ni condenada por los pecados que Cristo ya ha perdonado. La gente a las que te estás uniendo son tan humanos y tan imperfectos como tú. La mayoría de la gente de la iglesia no son santurrones. Los que son así merecen compasión, porque no entienden la gracia de Dios.
Una buena iglesia enseñará las verdades de la Biblia, y te mostrará amor, aceptación, y apoyo. Si no encuentras una iglesia así en tu área, contacta a nuestra organización y con gusto te ayudaremos.
Un paso saludable que puedes tomar es acercarte a mujeres que experimentaron embarazos no deseados. Dios puede eventualmente utilizar tu experiencia para equiparte para ayudar a los demás, y compartir con ellos el amor de Dios. Mi esposa y yo tenemos varios buenos amigos que han tenido abortos. A través de sus esfuerzos pro-vida, ellos le han dado a otras mujeres la ayuda que desearían haber tenido. Contar sus historias no solo ha salvado la vida de muchos niños y ha evitado mucho dolor a las madres, también las ha ayudado a recuperarse. Puede suceder lo mismo contigo.
Para obtener más información sobre este tema, véase el libro de Randy Alcorn, ¿Por qué pro-vida? (Why ProLife?).
Can God Forgive Abortions?
Please Note: In order to conserve space, footnotes are not included in this article but are marked with an asterisk and may be found in Why ProLife? by Randy Alcorn, Chapter 18, pages 102-107.
Millions of women and men, both in society and in the church, are suffering under the guilt of abortion. Nearly one out of five women getting an abortion identifies herself as an evangelical Christian.* This means a quarter of a million abortions are performed on Christians each year. Many of the fathers of these children are also part of our churches.
If you’re a woman who’s had an abortion, or advised another to have one, this chapter is for you. If you’re a man who’s been involved in an abortion decision—whether it concerned your girlfriend, wife, daughter, or anyone it’s also for you.
It’s counterproductive to try to eliminate guilt feelings without dealing with guilt’s cause. Others may say, “You have nothing to feel guilty about,” but you know better. Only by denying reality can you avoid guilt feelings. Denial sets you up for emotional collapse whenever something reminds you of the child you once carried. You need a permanent solution to your guilt problem, a solution based on reality, not pretense.
Because the Bible offers that solution, I will quote from it. Ask your pastor, women’s group leader, or a Christian friend or family member, to help you understand.
The Work of Christ
The good news is that God loves you and desires to forgive you for your abortion, whether or not you knew what you were doing. But before the good news can be appreciated, we must know the bad news. The bad news is there’s true moral guilt, and all of us are guilty of many moral offenses against God, of which abortion is only one. “All have sinned and fall short of the glory of God” (Romans 3:23).
Sin is falling short of God’s holy standards. It separates us from a relationship with God (Isaiah 59:2). Sin deceives us, making us think that wrong is right and right is wrong (Proverbs 14:12). “The wages of sin is death, but the gift of God is eternal life in Christ Jesus our Lord” (Romans 6:23).
Jesus Christ, God’s Son, loved us so much that He became a member of the human race to deliver us from our sin problem (John 3:16). He identified with us in our weakness, without being tainted by our sin (Hebrews 2:17-18; 4:15-16). Jesus died on the cross as the only one worthy to pay the penalty for our sins demanded by God’s holiness (2 Corinthians 5:21). He rose from the grave, defeating sin and conquering death (1 Corinthians 15:3-4, 54-57).
When Christ died on the cross for us, He said, “It is finished” (John 19:30). The Greek word translated “it is finished” was written across certificates of debt when they were canceled. It meant “paid in full.” Christ died to fully pay our debt.
Full Forgiveness
Because of Christ’s work on the cross on our behalf, God freely offers us forgiveness. Here are just a few of those offers:
He does not treat us as our sins deserve
or repay us according to our iniquities....
As far as the east is from the west,
so far has he removed our transgressions from us.
As a father has compassion on his children,
so the LORD has compassion on those who fear him (Psalm 103:10-14).
If we confess our sins, he is faithful and just and will forgive us our sins and purify us from all unrighteousness (1 John 1:9).
Therefore, there is now no condemnation for those who are in Christ Jesus (Romans 8:1).
A Gift that Can’t be Earned
Salvation is a gift—”For it is by grace you have been saved, through faith—and this not from yourselves, it is the gift of God—not by works, so that no one can boast” (Ephesians 2:8-9). This gift cannot be worked for, earned, or achieved. It’s not dependent on our merit or effort, but solely on Christ’s sacrifice for us.
God offers us the gift of forgiveness and eternal life, but it’s not automatically ours. In order to have the gift, we must choose to accept it.
You may think, “But I don’t deserve forgiveness after all I’ve done.” That’s exactly right. None of us deserves forgiveness. If we deserved it, we wouldn’t need it. That’s the point of grace. Christ got what we deserved on the cross, so we could get what we don’t deserve-a clean slate, a fresh start.
Once forgiven, we can look forward to spending eternity with Christ and our spiritual family (John 14:1-3; Revelation 20:11-22:6). You can look forward to being reunited in heaven with your loved ones covered by Christ’s blood, including the child you lost through abortion (1 Thessalonians 4:13-18).
No Need to Dwell on Past Sins
A promiscuous woman wept at Christ’s feet, kissed them, and wiped them with her hair. Jesus said to a judgmental bystander, “Therefore I tell you, her sins, which are many, are forgiven—for she loved much” (Luke 7:47). Jesus offers the same forgiveness to all of us.
God doesn’t want you to go through life punishing yourself for your abortion or for any other wrong you have done. Your part is to accept Christ’s atonement, not to repeat it. Jesus said to an immoral woman, “Your sins are forgiven. Your faith has saved you; go in peace” (Luke 7:47-50). Women rejected by society came to Jesus, and He welcomed them with compassion and forgiveness.
No matter what you’ve done, no sin is beyond the reach of God’s grace. He has seen us at our worst and still loves us. There are no limits to his forgiving grace. And there is no freedom like the freedom of forgiveness.
You may feel immediately cleansed when you confess your sins, or you may need help working through it. Either way, you’re forgiven. You should try to forget what lies behind and move on to a positive future made possible by Christ (Philippians 3:13-14). Whenever we start feeling unforgiven, it’s time to go back to the Bible and remind ourselves, and each other, of God’s forgiveness.
Joining a group for post-abortion healing can help you immensely. There are post-abortion Bible studies designed for women, and others for men. Many online resources can help you find the support group you need.*
Forgiveness Followed by Right Choices
Many women who’ve had abortions carry understandable bitterness toward men who used and abused them, toward parents who pressured them, and toward those who misled them into a choice that resulted in their child’s death. God expects us to take the forgiveness He’s given us and extend it to others (Matthew 6:14-15).
You need to become part of a therapeutic community, a family of Christians called a church. (If you’re already in a church, share your abortion experience with someone to get the specific help you need.) You may feel self-conscious around Christians because of your past. You shouldn’t. A true Christ-centered church isn’t a showcase for saints but a hospital for sinners. You won’t be judged and condemned for sins Christ has forgiven. The people you’re joining are just as human and just as imperfect as you. Most church people aren’t self-righteous. Those who are should be pitied because they don’t understand God’s grace.
A good church will teach the truths of the Bible, and will provide love, acceptance, and support for you. If you cannot find such a church in your area, contact our organization and we’ll gladly help you.
A healthy step you can take is to reach out to women experiencing unwelcome pregnancies. God can eventually use your experience to equip you to help others and to share with them God’s love. My wife and I have a number of good friends who’ve had abortions. Through their caring prolife efforts they’ve given to other women the help they wish someone had given them. Telling their stories has not only saved children’s lives, and mothers from the pain of abortion, but has helped bring healing to them. It can do the same for you.
For more information on this subject, see Randy Alcorn’s book Why ProLife?
Photo by Omar Lopez on Unsplash