ARGUMENTO PROELECCIÓN
«La mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo, y nadie puede decirle lo que debe hacer. Obligar a una mujer a continuar con un embarazo es un acto de barbarie e ignorancia».
En capítulos anteriores, he abordado los argumentos de que un embrión humano es solo un «conjunto de células» y de que un feto humano no es una persona. Algunos defensores del derecho a abortar incluso dicen:
«Aunque los no nacidos sean seres humanos, tienen menos derechos que la mujer. Una mujer debe tener el derecho de decidir sobre su propio cuerpo».
Frente a la abrumadora evidencia, un partidario de la libre elección admitió que los no nacidos son seres humanos. Luego agregó: «Pero eso es irrelevante cuando se trata del derecho de una mujer a abortar».
Pero ¿cómo la humanidad de alguien puede ser irrelevante al momento de preguntarse si alguien más tiene derecho a matarlo? ¿Acaso la humanidad de la persona negra no era relevante para la cuestión de la esclavitud?
¿Acaso el hecho de que el judío fuera considerado persona no era relevante para la ética del holocausto? Sin duda, la humanidad y la condición de persona del niño por nacer, con los derechos humanos que esto conlleva, es el tema más relevante en todo el debate sobre el aborto.
EL «DERECHO A ELEGIR»
Cuando presento la postura provida en escuelas públicas y campus universitarios, en ocasiones comienzo diciendo:
«Soy proelección».
Inmediatamente los estudiantes parecen aliviados y a veces incluso aplauden. Entonces les digo: «Y como soy proelección, creo que todo hombre tiene derecho a violar a una mujer si esa es su elección. Después de todo, es su cuerpo, y no tenemos derecho a decirle lo que puede y no puede hacer con él».
En seguida, luego de que superan el asombro, les pido que me expongan la falacia de mi argumento (de la cual sin duda soy consciente ¡por lo que me opongo rotundamente a lo que dije!). Ellos me explican que al defender el derecho del hombre a elegir ignoré el daño causado a la mujer inocente cuyos derechos han sido violados.
«Entonces, ¿me están diciendo que son antielección?», les pregunto.
Luego de que argumentan que algunas opciones son incorrectas y deberían ser ilegales, les pregunto: «Entonces, en realidad, están a favor de la elección cuando se trata de algunas elecciones y están en contra de la elección cuando se trata de otras elecciones, ¿es así? ¿Todo depende de cuál sea la elección y de si daña o no a inocentes?».
Contestan que están de acuerdo. (En ese momento, las personas proelección están 100 % de acuerdo con las personas provida).
Luego, les pregunto: «Entonces, ¿me están diciendo que si puedo demostrarles que la elección de una mujer de abortar daña o mata a otro ser humano, ya no estarán a favor del aborto?».
Mi esperanza es que los estudiantes usen su propio sentido común y su lógica perfectamente acertada — los que, de alguna manera, no estaban usando al tratar el tema de los no nacidos y el aborto—.
Es absurdo defender una determinada elección simplemente sobre la base de que es una elección. Cada cosa buena o mala que una persona le ha hecho a otra fue parte de una elección. El hecho de que algo sea una elección no nos dice absolutamente nada sobre si es correcto o no, o si debería ser legal o no.
LEYES QUE INEVITABLEMENTE LIMITAN LA ELECCIÓN
Legalmente, a un hombre no se le permite exponerse en público, aunque eso sea lo que elija hacer con su propio cuerpo. Existen leyes contra orinar en público, el consumo de drogas, la prostitución, la invasión de propiedad privada e incluso el merodeo, a pesar de que cada una de ellas implica la elección de hacer algo con el propio cuerpo. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo con estas leyes, a pesar de que restringen las libertades personales, porque protegen los derechos e intereses de otros que ven sus libertades personales violadas directa o indirectamente.
Mi mano es parte de mi cuerpo, pero no soy libre de usarla para golpearlos, robarles ni lastimar a sus hijos ni a los míos. ¿No se alegran de que la ley se oponga a que yo haga lo que quiera con mi propio cuerpo?
Todos nosotros estamos a favor de la libre elección sin restricciones legales cuando se trata de cuestiones como dónde las personas eligen vivir, qué tipo de automóvil conducir y otros miles de asuntos de preferencia personal que no perjudican a nadie más. También estamos a favor de la elección en asuntos de religión, política y estilo de vida, incluso cuando las personas eligen creencias y comportamientos con los que no estamos de acuerdo y que creemos que los perjudican.
Sin embargo, ciertamente la mayoría de nosotros no somos proelección cuando se trata de asesinato, violación, secuestro, robo a mano armada y abuso infantil. Sabemos que estas cosas no constituyen elecciones discrecionales que solo lo perjudican a uno mismo, sino que les ocasionan un daño incalculable a los demás. ¿No deberíamos todos reconocer que cualquier ley que prohíba la victimización de una persona inocente es por naturaleza una ley justa?
PERO ¿QUÉ SUCEDE CON LOS DERECHOS Y ELECCIONES DE UNA MUJER?
Por supuesto, todas las personas son iguales y tienen los mismos derechos. Por lo tanto, una madre tiene derecho a vivir tanto como un niño. Quiero enfatizar que los derechos de la madre son realmente importantes y que la sociedad debe protegerlos.
Pero los defensores de la libre elección nunca admiten que, en la gran mayoría de los abortos, el derecho de la mujer a vivir no es el tema en cuestión, porque su vida no corre peligro. (Más adelante veremos más de cerca aquellos casos difíciles en los que la vida de la madre efectivamente está en peligro).
Excepto en el caso excepcional del embarazo por violación (también abordaré el tema del aborto en casos de violación o incesto en un capítulo posterior), una mujer que lleva un niño en su vientre ha hecho elecciones y tomado decisiones sobre su cuerpo que resultaron en un embarazo. Las mujeres son libres de elegir abstenerse de tener relaciones sexuales, usar anticonceptivos o no hacer ninguna de las dos cosas. Pero cuando una mujer está embarazada, las decisiones que ha tomado la han llevado a concebir un nuevo ser humano. Así lo explica una mujer: «Cuando una mujer está embarazada, no puede elegir si desea o no convertirse en madre. Ya lo es, y dado que el niño ya se encuentra en su vientre, lo único que ella puede decidir es si dará a luz a su bebé vivo o muerto».[i]
Sin lugar a duda, un embarazo no planificado puede ser difícil, y una mujer que se enfrenta a ello necesita compasión y apoyo, no condenación. Pero una vez que el bebé nace, la mujer vuelve a ser libre de elegir: puede criar a su hijo o darlo en adopción para que sea criado en un hogar amoroso por una de los dos millones de familias que esperan adoptar.[ii] Cuando una mujer elige tener relaciones sexuales o usar anticonceptivos, esas dos opciones son personales y privadas. Pero el aborto no es personal ni privado. Involucra directamente la vida de otra persona y, por lo tanto, pasa a ser un asunto que concierne a una sociedad decente. Así como la sociedad protegería la vida de la madre si alguien intentara matarla, también debería proteger la vida del niño si alguien intentara matarlo.
«Forzar» a una mujer a continuar con su embarazo, lo cual es una función natural de su cuerpo, no es barbárico ni primitivo, tampoco se relaciona con la idea de que los hombres provida ejerzan control sobre los cuerpos de las mujeres, como algunos afirman. Solo se trata de proteger la vida del hijo por nacer de una mujer, incluso si ella siente que su embarazo es una carga. Y dado que el aborto daña a las mujeres tanto física como mentalmente, también se la está protegiendo a ella, aunque es posible que no lo vea así en ese momento. Con el tiempo, es probable que llegue a comprender que su carga temporal valió la pena pues su hijo fue rescatado de la muerte y ahora tiene una vida que vivir. Lo que es en verdad barbárico y primitivo es poner fin, de manera antinatural, a la vida de un bebé indefenso en el vientre de su madre, el cual debería ser el lugar más seguro para un niño.
Es cierto que el embarazo es una condición natural que conlleva inconvenientes. Pero pocas mujeres permanecen postradas en cama durante sus embarazos. La mayoría son socialmente activas, capaces de trabajar, viajar y hacer ejercicio casi hasta el día en que el bebé nace. ¿Acaso no es razonable que la sociedad espere que un adulto viva temporalmente con algún inconveniente si la única alternativa es matar a un niño? Independientemente de los desafíos, el derecho de una persona a un determinado estilo de vida o incluso a la autonomía corporal no es mayor que el derecho de otra persona a vivir.
Aun cuando el embarazo sea no deseado o difícil, es temporal. Dado que la gran mayoría de los abortos tienen lugar dentro de las seis semanas a los seis meses de gestación, la diferencia real entre la mujer que aborta a su hijo y la mujer que no lo hace no es de nueve meses, sino de tres a siete meses. En contraste, mientras que el embarazo es una condición temporal, el aborto produce una condición permanente: la muerte irreversible de un ser humano.
HAY MÁS DE UN CUERPO INVOLUCRADO
Quienes promueven el derecho a elegir argumentan lo siguiente: «Toda mujer tiene derecho a elegir lo que hace con su propio cuerpo». Irónicamente, la elección del aborto garantiza que alrededor de 431 000 mujeres en los Estados Unidos cada año no tengan derecho a elegir lo que hacen con sus cuerpos. (Ese es aproximadamente el número de niñas abortadas cada año en Estados Unidos, cerca de la mitad de todos los bebés abortados).
El filósofo Mortimer Adler afirmó, como muchos otros, que el no nacido es «una parte del cuerpo de la madre, de la misma forma en que el brazo o la pierna de un individuo es parte de un organismo vivo. La decisión de un individuo de amputarse un brazo o una pierna es parte del ámbito de su privacidad —la libertad de hacer lo que uno quiera en todos los ámbitos siempre y cuando no sea en perjuicio de otros ni del bienestar público—».[iii]
Si bien Adler era un hombre brillante, aparentemente ignoraba los hechos biológicos. Una parte de un cuerpo se define como tal según el código genético común que comparte con el resto de su cuerpo. Indiscutiblemente, el código genético del niño por nacer es diferente al de su madre. Cada célula de las amígdalas, el apéndice, el corazón y los pulmones de la madre comparte el mismo código genético. Todas y cada una de las células del cuerpo del niño por nacer le pertenecen únicamente a él y son diferentes a cada célula del cuerpo de su madre.
Un cigoto chino (un nuevo humano en la etapa más temprana del desarrollo) implantado en una mujer sueca siempre será chino, no sueco.
¿Por qué? Porque su identidad biológica se basa en su código genético, no en el código genético del cuerpo en el que reside. Si el cuerpo de la mujer fuera el único involucrado en un embarazo, entonces significaría que la mujer tendría dos narices, cuatro piernas, dos tipos de huellas dactilares, dos cerebros, dos sistemas circulatorios y dos sistemas esqueléticos. En la mitad de los casos también tendría testículos y un pene. (¿Alguien puede argumentar seriamente que los órganos reproductivos de un bebé varón son parte del cuerpo de su madre solo porque reside en su interior?).
Esto no es retórica provida. Más bien, es un hecho científico indiscutible que la madre es una persona distinta e independiente de su hijo.
DERECHOS HUMANOS PARA TODOS
Un abortista de Portland, Oregon, dijo: «No todo el mundo está destinado a nacer. Creo que, para un bebé, la vida comienza cuando su madre lo desea».[iv]
Entonces, ¿una vida humana se vuelve real solo cuando y si otra persona la valora?
La autora proelección Barbara Ehrenreich escribió en el New York Times: «Una mujer puede percibir a su feto como una persona o solo como células dependiendo de si el embarazo es deseado o no. Esto no refleja confusión moral, sino elección en acción».[v]
De acuerdo con este enfoque de «Alicia en el país de las maravillas», la elección de una madre es la única realidad importante, eclipsando todos los hechos científicos indiscutibles. Si la sociedad funcionara de esta manera, el asesinato de cada persona sería justificable, ¿no es así? La cuestión central no sería el valor de la persona asesinada, sino la libre elección de quien comete el asesinato. Si un hombre no quiere a su esposa, puede pensar en ella como una no persona; de hecho, muchos hombres lo han hecho. Si elige matarla, usando la misma lógica de Ehrenreich, entonces no sería «confusión moral», sino «elección en acción».
Ehrenreich luego escribió: «Además, una mujer puede percibir al feto como una persona y aun así considerar necesario y moralmente responsable tener un aborto».[vi]
No debemos perder de vista las implicaciones de esta perspectiva. Afirma que uno puede reconocer la condición de persona de un ser humano y, sin embargo, creer que es legítimo (e incluso «moralmente responsable»), matar a esa persona, ya sea para nuestro beneficio personal o para ejercer nuestra elección.
Aunque esta es una conclusión lógica del pensamiento proaborto, llevarla a cabo en nuestra sociedad significaría, en última instancia, el fin de todos los derechos humanos y de la justicia social. ¿No es este un precio demasiado alto que pagar por la libertad de elección sin restricciones?
NOTAS
Pro-Choice Claim:
“A woman has a right to control her own body, and no one should tell her what she can or can’t do. It’s barbaric and unenlightened to force a woman to continue a pregnancy.”
In previous chapters, I’ve addressed the claims that a human embryo is just a “clump of cells,” and that a human fetus isn’t a person. Some pro-choice advocates still say, “Even if the unborn are human beings, they have fewer rights than the woman. A woman must have the right to control her own body.”
One pro-choice advocate, in the face of overwhelming evidence, admitted to me that the unborn are human beings. He then added, “But that’s irrelevant to the issue of a woman’s right to have an abortion.”
But how can someone’s humanity be irrelevant to the question of whether someone else has the right to kill him? Wasn’t the black person’s humanity relevant to the issue of slavery or the Jew’s personhood relevant to the ethics of the Holocaust? Surely the unborn child’s humanity and personhood, with the human rights that entails, is the single most relevant issue in the whole abortion debate.
The “Right to Choose”
While presenting the pro-life position on public school and college campuses, I have sometimes begun by saying, “I’m pro-choice.”
Immediately students look relieved, and sometimes even applaud. I then say, “And because I’m pro-choice, I believe every man has the right to rape a woman if that’s his choice. After all, it’s his body, and we don’t have the right to tell him what he can and can’t do with it.”
In the following seconds, after the shock settles in, I ask them to tell me the fallacy of my argument (which of course I knew well, which is why I am adamantly opposed to what I actually said!). They point out that in asserting the man’s right to choose I ignored the harm done to the innocent woman whose rights have been violated.
“So are you telling me that you’re anti-choice?” I inquire.
After they argue that some choices are wrong and should be illegal, I ask, “So the truth is, you’re pro-choice about some choices and anti-choice about other choices, right? And it all depends on what the choice is and whether or not it harms the innocent?”
Yes, they agree. (In that moment pro-choice people are in 100% agreement with pro-life people.)
I respond, “So you’re saying that if I can demonstrate to you that a woman’s choice to have an abortion harms or kills another human being, then you’ll no longer be pro-choice about abortion?”
My hope is that students will heed their own common sense and their perfectly sound logic—which, somehow, they were failing to apply to the unborn and to abortion.
It’s absurd to defend a specific choice simply on the basis that it’s a choice. Every single good or evil thing that has ever been done by one person to another was part of a choice. The fact that something is a choice tells us absolutely nothing about whether or not it’s right or should be legal.
Laws That Necessarily Limit Choice
Despite the fact that he’s choosing to do what he wants with his own body, a man isn’t legally permitted to expose himself. There are laws against public urination, drug use, prostitution, trespassing, and even loitering, even though every one of them involves a choice to do something with one’s own body. Most of us agree with these laws, even though they restrict personal freedoms, because they protect the rights and interests of others whose personal freedoms they directly or indirectly violate.
My hand is part of my body, but I’m not free to use it to hit you or steal from you or hurt your child—or mine. Aren’t you glad the law stands against me doing whatever I might want with my own body?
All of us are in favor of free choice, without the restriction of laws, when it comes to issues like where people choose to live, what kind of car they drive, and a thousand other matters of personal preference that harm no one else. We’re also pro-choice in matters of religion, politics, and lifestyle, even when people choose beliefs and behaviors we don’t agree with and which we believe bring them harm.
But most of us are decidedly not pro-choice when it comes to murder, rape, kidnapping, armed robbery, and child abuse. We know these things aren’t discretionary choices that bring harm only to oneself, but bring incalculable harm to others. Shouldn’t we all recognize that any law that prohibits the victimization of an innocent person is by nature a just law?
But What About a Woman’s Rights and Choices?
Of course, any two people are equal and have equal rights. Hence, a mother has the right to live every bit as much as a child. I can’t emphasize enough that the mother’s rights are truly important, and society should protect them. But here is what pro-choice advocates routinely fail to recognize: in the vast majority of abortions, the woman’s right to live is not an issue, because her life is not in danger. (I’ll later take a closer look at the hard cases where the mother’s life truly is endangered.)
Except in the rare case of pregnancy by rape (I’ll also address abortion in cases of rape or incest in a subsequent chapter), a woman carrying a child has made choices of control over her body that resulted in pregnancy. Women are free to choose to abstain from sex or to use birth control or to do neither. But when a woman is pregnant, the choices she has made have produced a new human being. As one woman points out, “After a woman is pregnant, she cannot choose whether or not she wishes to become a mother. She already is, and since the child is already present in her womb, all that is left to her to decide is whether she will deliver her baby dead or alive.”[i]
Undoubtedly, an unplanned pregnancy can be difficult, and a woman facing one needs compassion and support, not condemnation. But once the baby is born, the woman is again free to choose: she can raise the child or choose to place him in a loving adoptive home with one of the two million families waiting to adopt.[ii]
When a woman chooses to have sex or to use birth control, those two choices are personal and private. But abortion is not personal and private. It directly involves the life of another person and therefore becomes the concern of a decent society. Just as society would protect the life of the mother if someone tried to kill her, so it should protect the life of the child if someone tries to kill her.
“Forcing” a woman to continue a pregnancy, which is a natural function of her body, is not barbaric or primitive, nor is it about pro-life men exerting control over women’s bodies, as some claim. It’s simply protecting the life of a woman’s unborn child, even if she feels her pregnancy is a burden. And given that abortion harms women both physically and mentally, it’s protecting her, too, though she may not immediately see it as such. In time, she will likely come to understand that her temporary burden was well worth it to know that her child was rescued from death, and now has a life to live. What’s truly barbaric and primitive is unnaturally ending the life of a helpless baby in her mother’s womb, which should be the safest place for a child.
It’s true that carrying a child is a natural condition that comes with inconvenience. But few women are bedridden during their pregnancies. Most are socially active, capable of working, traveling, and exercising almost to the day the child is delivered. Isn’t it reasonable for society to expect an adult to live temporarily with an inconvenience if the only alternative is killing a child? Regardless of the challenges, one person’s right to a lifestyle, or even bodily autonomy, is not greater than another person’s right to live.
Even when pregnancy is unwanted or difficult, it’s temporary.Since the vast majority of abortions take place from six weeks to six months of development, the actual difference between the woman who aborts her child and the woman who doesn’t is not nine months but three to seven months. In contrast, while pregnancy is a temporary condition, abortion produces a permanent condition—the irreversible death of a human being.
More Than One Body Involved
Pro-choice advocates argue, “Every woman has the right to choose what she does with her own body.” Ironically, the choice of abortion assures that something like 431,000 females in the United States each year don’t have the right to choose what they do with their bodies. (That’s roughly the number of girls aborted every year in America—approximately half of all aborted children.)
Philosopher Mortimer Adler claimed, as have many others, that the unborn is “a part of the mother’s body, in the same sense that an individual’s arm or leg is a part of a living organism. An individual’s decision to have an arm or leg amputated falls within the sphere of privacy—the freedom to do as one pleases in all matters that do not injure others or the public welfare.”[iii]
While Adler was a brilliant man, he was apparently ignorant of the biological facts. A body part is defined by the common genetic code it shares with the rest of its body. Inarguably, the unborn child’s genetic code differs from his mother’s. Every cell of the mother’s tonsils, appendix, heart, and lungs shares the same genetic code. Each and every cell of the unborn child’s body belongs uniquely to him and is different than every cell of his mother’s body.
A Chinese zygote (a new human in the earliest stage of development) implanted in a Swedish woman will always be Chinese, not Swedish. Why? Because his biological identity is based on his genetic code, not that of the body in which he resides. If the woman’s body were the only one involved in a pregnancy, then it would mean she has two noses, four legs, two sets of fingerprints, two brains, two circulatory systems, and two skeletal systems. Half the time she must also have testicles and a penis. (Can anyone seriously argue that a male child’s reproductive organs are part of his mother’s body, just because he resides there?)
This is not pro-life rhetoric. Rather, it’s an indisputable scientific fact that the mother is one distinctive and self-contained person, and her child is another.
Human Rights for All
A Portland, Oregon abortionist said, “Not everybody is meant to be born. I believe, for a baby, life begins when his mother wants him.”[iv]
So a human life becomes real only when and if another person values it?
Pro-choice author Barbara Ehrenreich wrote in the New York Times, “A woman may think of her fetus as a person or as just cells depending on whether the pregnancy is wanted or not. This does not reflect moral confusion, but choice in action.”[v]
According to this Alice-in-Wonderland approach, a mother’s choice is the only important reality, overshadowing all matters of indisputable scientific fact. If society operated this way, every killing of every person would be justifiable, wouldn’t it? The real issue wouldn’t be the worth of the person killed, but the free choice of the one doing the killing. If a man doesn’t want his wife, he can think of her as a nonperson—indeed many men have done that very thing. If he chooses to kill her, using Ehrenreich’s same logic, then it would not be “moral confusion,” but “choice in action.”
Ms. Ehrenreich goes on to write, “Moreover, a woman may think of the fetus as a person and still find it necessary and morally responsible to have an abortion.”[vi]
We must not miss the implications of this viewpoint. It says that one may acknowledge the personhood of a fellow human being, yet feel that for one’s personal benefit or exercise of choice it is nonetheless legitimate—even “morally responsible”—to kill that other person.
Though this is a logical conclusion of abortion-rights thinking, carrying it out in our society would ultimately mean the end of all human rights and social justice. Isn’t that too high a price to pay for unrestricted freedom of choice?
NOTES